Comer tecnología. ¿Suena extraño? De ningún modo. Los avances en la electrónica capaz de monitorear y tratar nuestra salud de manera segura desde el interior del cuerpo, son cada vez mejores a pesar de la complejidad que supone.
Hoy estamos un poco más cerca de ese futuro de dispositivos comestibles que ayudan al ser humano a tener un control exhaustivo de su salud gracias a un nuevo prototipo de batería recargable que está hecho de sustancias totalmente comestibles que podría tener un impacto considerable en el diagnóstico y tratamiento de enfermedades del tracto gastrointestinal e incluso en el control de la calidad de los alimentos.
La primera batería comestible recargable del mundo
El dispositivo ha sido creado por científicos del Instituto Italiano de Tecnología (IIT) y los detalles de esta celda de batería hecha con alimentos que tomamos habitualmente en nuestro día a día, ha sido descrito en un estudio publicado en la revista Advanced Materials.
"El núcleo del dispositivo está representado por un par de electrodos... Para que funcione estamos usando dos materiales, dos moléculas. Para el ánodo, estamos usando riboflavina, que es una vitamina que podemos encontrar en las almendras... y para el Cátodo estamos usando quercetina, se vende como complemento alimenticio y se encuentra en las alcaparras”, explicó Mario Caironi, coordinador del proyecto.
¿De qué esta hecha?
Uno de los retos más interesantes de la electrónica comestible es realizar, precisamente, fuentes de energía comestibles, porque normalmente los dispositivos ingeribles actuales para administrar fármacos o similares no son digeribles por el organismo, por lo que si aparece cualquier tipo de complicación, se hace necesaria una intervención quirúrgica para resolver el problema. Este dispositivo elimina ese factor de la ecuación.
Está elaborado a base de almendras (riboflavina o vitamina 2 como ánodo del dispositivo), alcaparras (quercetina, un complemento alimenticio presente en las alcaparras), carbón activado (para aumentar la conductividad eléctrica), alga nori (para hacer el separador de la batería, un componente muy habitual en la cocina japonesa), agua (electrolito a base de agua), pan de oro y cera de abejas (para encapsular los electrodos), y todos estos ingredientes se pueden digerir completamente sin riesgos para la salud.
Por otro lado, la celda de la batería funciona a 0,65 V, que es lo suficientemente bajo como para evitar problemas en el cuerpo humano si se ingiere. El dispositivo es capaz de proporcionar una corriente de 48 μA durante 12 minutos, o unos pocos microamperios durante más de una hora.
"Los usos potenciales futuros van desde circuitos comestibles y sensores que pueden monitorear las condiciones de salud hasta la alimentación de sensores para monitorear las condiciones de almacenamiento de alimentos. Además, dado el nivel de seguridad de estas baterías, podrían usarse en juguetes para niños, donde hay un alto riesgo de ingestión", concluyen los investigadores.
En el futuro, el equipo ya está diseñando iteraciones futuras con mayores capacidades en tamaños más pequeños con la esperanza de impulsar pronto robots blandos comestibles para su uso en procedimientos médicos.