Científicos que han seguido la evolución de la supernova 1987A durante más de tres décadas finalmente han desentrañado el enigma detrás de la explosión cósmica que iluminó el cielo en 1987.
Dos instrumentos del Telescopio Espacial James Webb (JWST) detectaron pruebas químicas clave, confirmando que la progenie de esta violenta explosión es una estrella de neutrones.
La supernova, una explosión estelar de una estrella masiva, ocurrió a 160,000 años luz de la Tierra en la Gran Nube de Magallanes. La luz de la explosión fue visible desde la Tierra el 24 de febrero de 1987, marcando la primera vez desde 1604 que una supernova fue visible a simple vista.
Investigadores liderados por el profesor Claes Fransson de la Universidad de Estocolmo utilizaron los datos del JWST para analizar la evidencia química, centrando su atención en átomos de argón y azufre.
Estos elementos, encontrados en los escombros de la explosión, indican la presencia de una estrella de neutrones recién nacida.
"Después de haber seguido la supernova y buscado el objeto compacto durante más de tres décadas, es emocionante encontrar finalmente la evidencia que faltaba para determinar la estrella de neutrones, gracias al JWST", compartió el profesor Fransson.
Las estrellas de neutrones son restos compactos extremadamente densos de la explosión de una estrella gigante.
"Es comparable a comprimir toda la masa del Sol al tamaño de una ciudad. Son tan densos que una cucharada de estrella de neutrones puede pesar tanto como una montaña", explicó el coautor del estudio, Patrick Kavanagh, de la Universidad de Maynooth en Irlanda.
Las observaciones del JWST resolvieron la incertidumbre sobre si el remanente de la supernova sería una estrella de neutrones o un agujero negro.
Este descubrimiento representa un hito significativo, ya que nunca antes se había encontrado evidencia directa de estos objetos exóticos tan pronto después de una explosión de supernova.
Los investigadores ahora se centran en determinar el tipo específico de estrella de neutrones, ya sea un púlsar de rápido giro con un fuerte campo magnético o uno más tranquilo con un campo magnético más débil.
Este avance es otro logro del Telescopio Espacial James Webb, que comenzó a operar en 2022, brindando nuevas perspectivas sobre los misterios del cosmos.