A diferencia de las medusas, los ctenóforos no pican, ya que carecen de células urticantes, y poseen una forma ovoidal. Estos seres marinos, con bandas ciliadas similares a peines, comprenden más de cien especies, entre las cuales destaca el ctenóforo americano (Mnemiopsis leidyi), una de las 100 especies invasoras más dañinas del mundo, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Un reciente estudio publicado en la revista Current Biology ha revelado que los ctenóforos pueden fusionarse tras sufrir una lesión, uniendo sus cuerpos y sincronizando sus movimientos musculares y tractos digestivos para compartir alimentos.
La investigación, liderada por Kei Jokura de la Universidad de Exeter y los Institutos Nacionales de Ciencias Naturales en Japón, detalla que este proceso de fusión se completa en aproximadamente dos horas con un éxito del 90%.
El descubrimiento fue realizado cuando los investigadores observaron que algunos ctenóforos en un tanque de laboratorio parecían tener duplicadas ciertas estructuras, lo que los llevó a plantear la hipótesis de una posible fusión entre dos individuos heridos.
Para probarlo, extrajeron lóbulos parciales de otros ejemplares y los colocaron juntos, observando que 9 de cada 10 veces estos lóbulos se fusionaban, y los individuos resultantes sobrevivían al menos tres semanas.
Lo más sorprendente es que, al fusionarse, los sistemas nerviosos de ambos ctenóforos se unían también, permitiendo que el cuerpo reaccionara de manera coordinada ante estímulos en cualquiera de sus extremos.
Además, en las primeras dos horas, sus contracciones musculares se sincronizaban hasta en un 95%.
Este fenómeno, aunque raro en la naturaleza, abre nuevas incógnitas sobre la evolución de estos mecanismos y su posible aplicación en estudios de regeneración celular.
Los científicos aún no comprenden completamente qué genes o moléculas permiten este proceso, pero esperan que investigaciones futuras arrojen más luz sobre este extraordinario mecanismo de supervivencia.