Un estudio publicado en Nature Ecology and Evolution ha revelado que, a diferencia de lo que se pensaba, las raíces de los árboles caducifolios no dejan de crecer durante el invierno.
Esta investigación, dirigida por Lorène J. Marchand de la Universidad de Amberes, junto con el CREAF y el CSIC, demuestra que las raíces de especies como hayas y abedules continúan su actividad incluso en temperaturas bajas del suelo, desafiando la creencia de que cesan su crecimiento en invierno.
El análisis se centró en 330 árboles de cuatro especies: haya común, abedul, roble y álamo temblón, ubicados en bosques de España, Bélgica y Noruega.
Se recolectaron muestras de raíces gruesas de más de 2 milímetros, revelando que estas raíces siguen creciendo incluso cuando las temperaturas del suelo bajan de los 3°C.
Además, este crecimiento subterráneo permite que los árboles almacenen reservas de carbohidratos y nitrógeno durante el invierno, lo que les da energía para reactivar la fotosíntesis y el crecimiento de las hojas al inicio de la primavera.
El estudio también recalca que el suelo forestal es un reservorio de carbono más eficiente de lo que se pensaba. Las raíces gruesas de los árboles contribuyen entre el 20% y el 30% de la biomasa total del árbol, almacenando carbono en su estructura en forma de madera lignificada, lo que favorece la captura de CO2 a lo largo del año, no solo en primavera.
Este descubrimiento sugiere que los árboles caducifolios podrían adaptarse mejor al cambio climático, ya que sus raíces, al estar menos influenciadas por factores externos como la temperatura, podrían seguir funcionando a pesar de condiciones climáticas irregulares.
Los investigadores afirman que este hallazgo podría ayudar a mejorar la comprensión del ciclo del carbono y la capacidad de los bosques para mitigar el cambio climático.