En 1903, una joven científica polaca llamada Marie Curie defendió en la Universidad de París una tesis que marcaría un antes y un después en la historia de la ciencia. Su trabajo, Recherches sur les substances radioactives, no solo revolucionó el conocimiento sobre los átomos, sino que inauguró un nuevo campo de investigación: la radiactividad.
Curie se inspiró en los experimentos del físico Henri Becquerel, quien había descubierto que las sales de uranio emitían radiación sin necesidad de luz. Marie decidió investigar más a fondo este fenómeno, y lo hizo con un enfoque completamente nuevo: midiendo con precisión la electricidad generada por estos rayos, en vez de observar solo sus efectos visuales.
En su laboratorio improvisado, junto a su esposo Pierre Curie, usó instrumentos reciclados y técnicas innovadoras para medir la radiación. Su método, basado en datos reproducibles, la llevó a una conclusión sorprendente: ciertos minerales como la pechblenda emitían más radiación que el propio uranio. Esto significaba que contenían elementos desconocidos hasta entonces.
Así descubrió dos nuevos elementos químicos: el polonio (en honor a su país natal, Polonia) y el radio, ambos altamente radiactivos. Además, desarrolló un nuevo enfoque científico, la radioquímica, que combinaba el análisis químico tradicional con la medición de radiación.
La tesis de Curie no solo era rigurosa, sino también moderna en su estructura: planteaba el problema, detallaba el método, mostraba los resultados y los discutía con claridad. Su estilo, directo y sin adornos, reflejaba su compromiso con la verdad científica.
Aunque Pierre colaboró en las investigaciones, fue Marie quien llevó la voz principal del trabajo, firmando la tesis en primera persona. Su intuición, su método y su constancia fueron claves para abrir un camino completamente nuevo en la ciencia.
El legado de su tesis sigue vivo. A más de un siglo, sus documentos aún emiten radiactividad y se conservan en cajas de plomo en la Biblioteca Nacional de Francia. Su obra no solo cambió la física y la química, sino que también demostró que el rigor, la curiosidad y la pasión científica pueden cambiar el mundo.