Hace 75 millones de años, los humedales de América del Norte eran dominados por el Deinosuchus, un reptil prehistórico de hasta ocho metros de longitud y dientes del tamaño de un plátano.
Madíbula del Deinosuchus.
Este monstruoso depredador, con una fuerza imparable, es ahora el centro de un reciente estudio publicado en Communications Biology, que revela el secreto de su éxito: la capacidad de tolerar agua salada, una característica que perdieron sus descendientes modernos, los caimanes.
Investigadores liderados por el Dr. Márton Rabi de la Universidad de Tubinga han resuelto un enigma que había desconcertado a los paleontólogos por años: cómo el Deinosuchus logró expandirse a ambos lados del Mar Interior Occidental, una gran franja de agua que separaba América del Norte durante el Cretácico.
La clave de su éxito radicó en su capacidad para sobrevivir en ambientes salinos, lo que le permitió explorar territorios inaccesibles para otros reptiles de su época.
A través de marcas de mordeduras fosilizadas en huesos de dinosaurios, los científicos han confirmado que el Deinosuchus no solo era un carroñero, sino un cazador activo que podía abatir presas de gran tamaño.
Su cráneo con una protuberancia bulbosa única y su tamaño colosal lo convirtieron en el depredador más temido de su entorno.
"Era un animal absolutamente monstruoso. Ninguna criatura estaba a salvo en su territorio", afirma Rabi.
Durante mucho tiempo, se pensó que el Deinosuchus era un pariente cercano de los caimanes modernos.
Sin embargo, la nueva investigación, que combina fósiles con datos genéticos de reptiles actuales, demuestra que el Deinosuchus pertenecía a una rama evolutiva distinta.
Imagen ilustrativa tomada de Animal Origins.
Los caimanes primitivos eran mucho más pequeños y solo alcanzaron su tamaño actual tras la extinción de competidores como el Deinosuchus.
Este hallazgo no solo corrige una antigua clasificación errónea, sino que también ofrece nuevas perspectivas sobre la resiliencia de los cocodrilianos frente a los cambios ambientales.
Mientras otras especies desaparecieron, los antecesores de los cocodrilos sobrevivieron gracias a adaptaciones como la tolerancia a la salinidad, lo que les permitió prosperar en un mundo cambiante.
El caso del Deinosuchus subraya cómo la flexibilidad ecológica puede ser clave para el éxito evolutivo. Como explica la Dra. Evon Hekkala, de la Universidad Fordham, "esta reevaluación nos ayuda a comprender mejor la asombrosa capacidad de adaptación de los reptiles, tanto los extintos como los actuales".
Este descubrimiento deja claro que el Deinosuchus no fue un "gran caimán", sino un depredador único que desempeñó un papel fundamental en la historia de la vida en la Tierra.