El amor, con su fuerza capaz de trascender el tiempo, ha sido la inspiración detrás de innumerables obras maestras en la historia del arte. Mecano, uno de los grupos más icónicos de la música en español, nos regaló “El 7 de septiembre”, una canción que captura la esencia de un amor apasionado y eterno.

Esta balada, compuesta por Nacho Cano, no es simplemente el producto de la imaginación de un artista. Es la historia real de un romance que vivió con la escritora asturiana Coloma Fernández Armero. Durante una entrevista para Vanity Fair en 2016, Coloma reveló: "Estuve con Nacho más de 8 años, fue una historia preciosa, intensa, muy potente y un amor enorme."

La historia comienza una noche de septiembre de 1981 en el bar Golden Village. Con solo 19 y 18 años respectivamente, Coloma y Nacho se conocieron y comenzaron un romance que duraría hasta 1989. Sin embargo, su historia no terminó ahí. A pesar de su separación, continuaron viéndose, especialmente en su aniversario, en un restaurante llamado La Parra, donde solían elegir la mesa número 9.

“Fue así durante muchos años, diría que otros 8 por lo menos. Nos habíamos separado en diciembre y el siguiente 7 septiembre nos fuimos a La Parra... guardamos muchísimo las distancias en aquella comida", recordó Coloma.

Lo que la escritora nunca imaginó es que su historia de amor sería eternamente inmortalizada en “El 7 de septiembre”, una canción del álbum “Aidalai” (1991), el último disco de Mecano.

El tema es un recordatorio nostálgico de cómo, a pesar de las rupturas y el paso del tiempo, algunos amores nunca mueren. La letra, escrita por Nacho, recoge la esencia de esos encuentros anuales y la complicidad de dos almas que, aunque ya no están juntas, siguen conectadas.

La belleza de la canción radica en su capacidad para evocar emociones universales. Para Coloma, es un recordatorio de su primer gran amor. Para los fanáticos de Mecano y amantes de la música en todo el mundo, es una muestra del poder eterno del amor y la conexión humana.

En palabras de Coloma: "Ahora, lo veo con más distancia, solo queda lo bonito, ya no es esa sensación tan dura de saber que te estás despidiendo de tu primer gran amor. Es casi como si no me hubiera pasado a mí”.

El legado de “El 7 de septiembre” va más allá de su melodía y letra; es la prueba viviente de que el amor verdadero nunca muere.