La aclamada actriz estadounidense Meryl Streep se convirtió en la galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Artes, un reconocimiento que le fue entregado por la princesa Leonor de España en un acto previo a la ceremonia oficial en el Teatro Campoamor de Oviedo.

Junto a Streep, otros destacados premiados fueron el escritor japonés Haruki Murakami y el atleta keniano Eliud Kipchoge, quienes, junto a sus acompañantes, desfilaron ante la familia real española, compuesta por los reyes Felipe VI y Letizia, y la infanta Sofía.

Durante la ceremonia, Meryl Streep aprovechó la ocasión para hablar sobre el "don de la empatía", destacándolo como un medio esencial para establecer relaciones y promover la diplomacia en un mundo que, según sus palabras, se muestra "cada vez más hostil y volátil". La actriz subrayó la importancia de escuchar, una regla fundamental que se enseña a todos los actores.

"El don de la empatía es algo que todos compartimos. Es esa misteriosa capacidad que nos permite sentarnos en un teatro o cine, rodeados de desconocidos, y conectarnos emocionalmente con las historias de personas completamente distintas a nosotros", expresó Streep.

La actriz, conocida por sus numerosas nominaciones a los premios Oscar y Globo de Oro, también enfatizó cómo la empatía constituye el corazón del arte de actuar, estableciendo una conexión profunda entre el intérprete y el personaje.

Streep recordó algunas de las críticas que ha recibido por distanciarse de su propia verdad e identidad a través de sus roles, defendiendo su labor como una forma de "invadir y encarnar" otras vidas para hacerlas accesibles a todo tipo de público, ya sea en un pequeño teatro de Málaga o a través de plataformas de streaming en cualquier parte del mundo.

La actriz también hizo referencia al pintor español Pablo Picasso y a la actriz Penélope Cruz, resaltando la necesidad de no juzgar al personaje que se interpreta, sino de comprender su mundo desde su propia perspectiva.

Meryl Streep finalizó su discurso con un emotivo homenaje a la obra "La casa de Bernarda Alba", del dramaturgo español Federico García Lorca, y un recordatorio del poder del arte y la actuación como una forma de dar voz a aquellos que ya no están entre nosotros, cumpliendo con el privilegio y deber del actor de transmitir mensajes significativos que trasciendan el tiempo.