Ya ha pasado un poco más de un año que comenzó el confinamiento en varios rincones del mundo a raíz del Covid-19, es por ello que la tecnología, principalmente las videollamadas, fungieron un papel muy importante para la comunicación y no sólo eso, sino que es una herramienta prácticamente vital para muchos trabajos y sobre todo para continuar con las clase en línea, pero ¿esto cómo ha cambiado nuestra interacción?
El psicólogo Darwin Calero explica que las videollamadas eliminan aspectos fundamentalmente sutiles de la comunicación personal. No se ve todo el cuerpo de la otra persona y el cerebro inconscientemente intenta adivinar pequeños gestos todo el tiempo, que pueden ser reveladores: desde mover manos y pies hasta poder ver lo que el interlocutor está viendo a su alrededor.
¿Qué es lo que pasa en nuestro cerebro?
El silencio también puede verse como un problema de conexión, y el cerebro se confunde al tratar de averiguar si es intencional o no. Por otro lado, si la calidad del video es deficiente (la imagen se congela o hay cortes de audio), se pierde información. Esto nos obliga a estar más atentos, aumentando el cansancio y creando sentimientos de frustración.
Calero recuerda que cuando intentamos enfocarnos en algo en particular, como una pantalla, se suprime otra información sensorial: el tacto, el olfato y el gusto. Por otro lado, mostrar parte de nuestra casa puede verse como una invasión a la privacidad que inconscientemente nos pone a la defensiva y contribuye a la “fatiga del zoom”. Hacer otras cosas durante una videoconferencia es muy común, lo que aumenta la fatiga.
La sobreestimulación es abrumadora y puede hacer que algunas personas se sientan inseguras o abrumadas. La vista en forma de galería obstruye la vista central del cerebro, obligándolo a descifrar a tantas personas a la vez que no se recibe nada significativo de nadie, ni siquiera de la persona que habla. Los psicólogos llaman a esto atención parcial continua: el cerebro está abrumado por estímulos excesivos y se concentra en buscar señales no verbales que no puede encontrar, lo que provoca fatiga del zoom.
Los expertos sugieren que es importante utilizar la videoconferencia lo menos posible para la comunicación. Si solo necesita hablar, es mejor volver al teléfono en lugar de la pantalla, para evitar la “fatiga del zoom”.
Fuente: El Comercio