Las emociones humanas y su funcionamiento es uno de las interrogantes más importantes que ha tenido la ciencia, teniendo en cuenta la relevancia de las mismas en el desarrollo de la personalidad y la socialización de las personas con el resto del mundo.
Ahora bien, en los últimos 50 años la respuesta a esa pregunta se ha incrementado con el fin de estudiar esas emociones para las máquinas. ¿Pueden los robots o inteligencias artificiales sentir?
Por el momento, la respuesta generalizada a esta pregunta es: “no”, pero esto no significa que las máquinas no tengan alguna relación directa con este entorno del ser humano.
De acuerdo con Luis Miguel Garay Gallastegui, experto de la Universidad Internacional de La Rioja, aunque las máquinas no han llegado al nivel de sentir emociones por sí mismas, esto no es inconveniente para que no puedan sentir las emociones mostradas por el ser humano.
Las emociones en algunos momentos también son tildadas como sentimientos y es precisamente en esa palabra donde incluso el ser humano forja su carácter: en la forma como siente sus experiencias y, en definitiva, como las termina expresando al mundo exterior; es allí donde las nuevas tecnologías empiezan a actuar con las emociones en pro de servir de forma adecuada a sus “amos” según el contexto y realidad que estén viviendo.
Para definir mejor esta situación, Garay acuña el término ‘tecnologías emocionales’, el cual, según palabras del experto, define la forma en que las máquinas “buscan precisamente ser capaces de reconocer automáticamente dichas emociones en las personas, procesarlas y replicarlas”.
“De hecho, hoy en día los algoritmos basados en inteligencia artificial son ya perfectamente capaces no solo de identificar cualquier gesto humano, sino también de ir más allá y percibir las emociones de las personas”, añade.
Así, una máquina puede detectar de forma muy sencilla si una persona está enojada, triste o feliz, sin necesidad que el usuario mencione de forma explícita sus emociones; solo es necesario que la tecnología utilice una herramienta de reconocimiento facial o del tono de la voz para actuar acorde al sentir del humano.
¿Qué son los sistemas cognitivos?
Uno de los ejemplos de estas tecnologías emocionales son los sistemas cognitivos, un método que hace parte de la inteligencia artificial y cuyo objetivo principal es construir sistemas de aprendizaje continuo con el que las máquinas se acostumbren a la interactividad natural con los humanos, sin que la personalidad propia de cada usuario sea un inconveniente.
Estos sistemas aprenden de las personas, “a través de algoritmos de aprendizaje automático propios de la interacción artificial, que han procesado anteriormente ingentes cantidades de datos (imágenes, conversaciones, fotos, sonidos, gestos…) de las que hayan aprendido y obtenido patrones. De esta forma, estos sistemas cada vez son más precisos”.
¿En qué se pueden aplicar estas tecnologías?
Lo primero que hay que aclarar sobre este punto, es que las tecnologías emocionales no son por el momento el objetivo, es decir, los científicos no están en la búsqueda de una inteligencia sentimental; por el contrario, lo que se intenta es obtener un medio con el cual las máquinas puedan canalizar en nuevos procesos las distintas emociones de los humanos.
De esta forma, los carros autónomos son un ejemplo de sistemas cognitivos al poder reconocer las emociones de su conductor y recomendarle, en caso de detectar su cansancio, una pausa en el camino.
Por otra parte, Garay explica que en este ítem también se encuentran los sistemas de salud, los cuales “podrían ver sus funciones de autodiagnóstico potenciadas mediante el reconocimiento automático del estrés o el cansancio. Con otra disciplina como la psicología podrían abordar problemas tan humanos como son el miedo a lo desconocido y a sentirnos indefensos”.