Cuando en 2004 Steve Chen, Chad Hurley y Jawed Karim pensaron en crear una plataforma donde cada persona pudiese subir sus propios vídeos, la conexión a internet no estaba generalizada, Facebook mucho menos, ni existían Twitter o Instagram. Sin embargo, varias compañías ya trabajaban en conseguir esta nueva forma de comunicación. Al final, YouTube fue la web que se consolidó y cambió por completo el modo de consumir contenido audiovisual.
Aunque estos tres jóvenes, compañeros en la empresa de pagos en línea PayPal, registraron el dominio de YouTube el 14 de febrero de 2005, continuaron desarrollando la página y hasta el 23 de abril no subieron el primer vídeo.
Este fragmento de dieciocho segundos, en el que Karim visita un zoo, condensa la esencia de YouTube: grabar y difundir vídeos propios. La página ya tenía una gran proyección de crecimiento en 2006 y desde entonces se mantiene como una de las más visitadas del mundo.
Las razones que motivaron el proyecto se dispersan entre el mito publicitario y las versiones de sus creadores. Al principio vendieron que la idea había surgido de las dificultades para compartir un vídeo que habían grabado en una cena. Otra historia es que intentaron crear una plataforma de citas que incluiría vídeos de presentación. Pero la versión que más se acerca al YouTube actual es que, mientras todos hablaban sobre la actuación del Super Bowl de Janet Jackson y el tsunami del océano Índico, no había dónde consultar estos vídeos.
Un gran medio audiovisual
Con todo, el resultado fue una web para subir y encontrar vídeos con facilidad, que además permitía vincularlos a otras páginas, como Myspace, la red social del momento. A pesar del carácter privado inicial, pues estaba ideada para compartir material con conocidos, algunas marcas confiaron en esta herramienta de divulgación. La pionera fue Nike: su vídeo del futbolista brasileño Ronaldinho fue el primero en alcanzar el millón de visualizaciones. Poco después, el vídeo musical Lazy Sunday del programa Saturday Night Live se convirtió en el primer viral y multiplicó el tráfico de visitas y el número de usuarios a lo largo de 2006.
Este éxito despertó las alertas de las grandes productoras musicales, como Universal Music Group o Warner Music, que denunciaron a YouTube por derechos de autor. Para evitar la bancarrota, tenía que ser un negocio real: acordaron con las distribuidoras difundir su contenido para generar ingresos, demostrando su potencial publicitario.
La consolidación de YouTube llegó en octubre de 2006, cuando Google lo compró por 1.659 millones de dólares. El tiempo demostró que fue una inversión rentable, pues ahora ingresa unos 15.000 millones anuales. La página tenía entonces 20 millones de usuarios; ahora cuenta 2.000 millones cada mes y 100.000 millones de horas de visualización al día.
Una vez los videos empezaron a monetizarse, se extendieron los vloggers o youtubers, creadores de contenido que mostraban su vida, jugaban a videojuegos o dirigían sus propias series. Destaca la historia pionera de Lonelygirl15, una adolescente que ganó miles de seguidores contando sus problemas a una webcam. Sin embargo, los protagonistas eran actores y detrás había un equipo de guionistas profesionales, lo que cambió la creación y producción audiovisual.
Luces y sombras de YouTube
YouTube impactó en los medios de comunicación e impulsó el uso de las plataformas digitales. A los vídeos de entretenimiento se han sumado los de divulgación, que facilitan el acceso a la cultura y la ciencia. Incluso los líderes y partidos políticos empezaron a usar la página para sus campañas, difundir información o enviar mensajes a otros, como cuando el británico Tony Blair felicitó al francés Nicolás Sarkozy por su victoria electoral.
Pero aparte de tendencias que promueven el aprendizaje, YouTube ha sido criticado por alojar vídeos relacionados con peleas, terrorismo o pornografía, que contienen violencia explícita. Aunque desarrolle políticas contra la incitación al odio y al acoso, su algoritmo sigue siendo controvertido por recomendar contenido inapropiado. Asimismo, la premisa de libertad de contenido ha facilitado publicar desinformación y teorías negacionistas, pese a que haya suspendido canales con gran repercusión, como la del presidente brasileño Jair Bolsonaro.