En el corazón del CERN, en Ginebra, se gesta un ambicioso proyecto con una pregunta fundamental: ¿puede la computación cuántica mantenerse neutral y accesible para todos? El Open Quantum Institute (OQI), con sede en este reconocido centro científico, trabaja para que la próxima revolución tecnológica no quede en manos de unos pocos, sino que beneficie a toda la humanidad.
Un futuro cuántico sin fronteras
El OQI fue fundado por instituciones académicas suizas y grandes tecnológicas como Microsoft e IBM, con el respaldo del Geneva Science and Diplomacy Anticipator (GESDA) y el apoyo financiero de UBS. Su misión es clara: evitar que la computación cuántica siga el camino de internet, cuyo desarrollo derivó en el dominio de unas pocas empresas.
Este instituto busca usar la Diplomacia Científica como herramienta para fomentar la colaboración internacional, garantizando que esta poderosa tecnología no se convierta en objeto de competencia geopolítica o intereses comerciales exclusivos.
Aplicaciones con impacto global
El OQI no se dedica a la consultoría privada en torres de cristal. Su labor se centra en aplicar la computación cuántica a problemas reales, especialmente en regiones en desarrollo. A través de hackathones y programas educativos, impulsa a investigadores de países como Ghana, Egipto, Tailandia y Uruguay a crear soluciones propias, en campos como la logística humanitaria o la simulación científica.
Uno de los casos destacados es su colaboración con el Programa Mundial de Alimentos de la ONU para optimizar cadenas de suministro en zonas remotas, donde incluso un día de retraso puede comprometer el acceso a recursos vitales.
La amenaza del monopolio
Según Peter Brabeck-Letmathe, vicepresidente del Foro Económico Mundial y figura clave en la creación del OQI, el verdadero reto es evitar que unos pocos concentren el poder cuántico. El acceso desigual a los datos y recursos computacionales ya ha generado enormes desequilibrios con la inteligencia artificial, y la computación cuántica podría amplificarlos.
El OQI propone un modelo donde las empresas mantengan sus derechos sobre la tecnología, pero las aplicaciones desarrolladas sean abiertas y accesibles. Este enfoque permitiría proteger la innovación sin cerrar las puertas al uso compartido y equitativo.
Hacia una tecnología para todos
Tim Smith, físico de partículas y coordinador del OQI, resume la visión del instituto: desplazar el debate de la soberanía tecnológica hacia la cooperación global. Si la computación cuántica sigue una ruta inclusiva, podrá convertirse, como el CERN en su día, en una herramienta al servicio de la humanidad.
El reto ahora es asegurar que esta nueva frontera del conocimiento no repita los errores del pasado y que, en vez de concentrar poder, lo reparta. Porque, como muchos en el OQI creen, el futuro cuántico ya ha comenzado. Y debe ser para todos.