Microsoft se encuentra contra el reloj ante un problema creciente: el soporte oficial para Windows 10 termina en octubre de 2025, pero la mayoría de los usuarios aún no ha dado el salto a Windows 11. A pesar de los esfuerzos por promover la actualización, las barreras técnicas y la baja adopción amenazan con dejar a millones de dispositivos expuestos a riesgos de seguridad.
La transición no está siendo sencilla. Uno de los principales obstáculos es que Windows 11 exige requisitos de hardware más estrictos, como el chip de seguridad TPM 2.0, lo que impide que muchos equipos más antiguos sean compatibles. Esto ha obligado a muchos usuarios a considerar la compra de nuevos dispositivos, algo que no todos pueden o quieren hacer.
Según datos de StatCounter y análisis proyectados por herramientas como Gemini, Windows 10 sigue liderando ampliamente en cuota de mercado, y de mantenerse el ritmo actual de migración, Windows 11 no lo superaría hasta mediados de 2026, varios meses después de que termine el soporte para Windows 10. Esto supone un escenario inédito, con millones de usuarios usando un sistema operativo sin actualizaciones de seguridad.
Para acelerar la adopción, Microsoft ha intensificado sus mensajes en pantalla advirtiendo del fin del soporte. Además, planea ofrecer extensiones de seguridad pagadas para quienes decidan mantenerse en Windows 10 más allá del plazo oficial.
Aunque Windows 11 ha crecido de forma constante, lo ha hecho a un ritmo inferior al de Windows 10 cuando este reemplazó a Windows 7. Por ejemplo, Windows 10 superó a su antecesor en menos de tres años, mientras que Windows 11 podría tardar al menos cinco.
Por ahora, Microsoft sigue bloqueando métodos no oficiales para instalar Windows 11 en equipos no compatibles, al tiempo que apuesta por un ecosistema más moderno y seguro. Sin embargo, la gran cantidad de usuarios que aún dependen de Windows 10 mantiene abierto un riesgo importante para la compañía y sus clientes.