Los problemas comenzaron a comienzos de septiembre, cuando Samsung ordenó retirar 2,5 millones de terminales para cambiarlos por otros revisados después de que algunas unidades se incendiaran. La semana pasada comenzaron a aparecer problemas también en las unidades reemplazadas y la compañía ordenó una retirada total de las tiendas. También se dice que Samsung ha interrumpido la producción, aunque este último punto no está confirmado oficialmente.
En este momento el futuro del terminal pende de un hilo. Si la administración estadounidense decide que el terminal no es apto y prohibe su venta lo más probable es que no se comercialice tampoco en ningún otro país y haya que retirar 19 millones de terminales.
Al coste de no vender los propios terminales habrá que sumar todos los gastos logísticos y de gestión del stock. Incluso así, la factura no supondrá un agujero incurable en una compañía con un valor de mercado de 365.000 millones de dólares a fecha de este mes. La cuestión que más preocupa a Samsung es que el desastre de su nuevo terminal no dañe la imagen de la compañía a largo plazo. Cuantificar ese efecto requerirá tiempo. | Gizmodo