Después de una amplia votación en la que se ha decidido renovar la estructura general administrativa, vale la pena hacer algunos apuntes en el marco de un posible rumbo del sector turístico. Pareciera ser que el objetivo del sector ha sido el aprovechamiento económico de algunas de las cualidades regionales, aun cuando existen casos en los que se le ha conferido un papel multifuncional; Costa Rica por ejemplo, se promueve como un país cuya vocación es la conservación ambiental o para Cuba, es fuente primigenia de ingresos nacionales. Sin embargo, habría que revisar los determinantes cualitativos y cuantitativos del turismo una vez que este ha cobrado relevancia a nivel global: su participación al Producto Interno Bruto Mundial pasó del 4 al 7% de 2000 a 2017; Francia, Estados Unidos y España son los tres primeros destinos turísticos mundialmente, pero a diferencia del mercado europeo, Estados Unidos tiene una oferta artificial en la que destacan juegos mecánicos, sitios de filmación de películas, recreación infantil, juegos de azar, y en menor escala, patrimonio cultural o ambiental, además el grueso de las actividades es promovido por el sector privado.
Por el contrario, Francia, España, Italia e incluso México basan su mercado turístico en una oferta de patrimonio y naturaleza, en cuya responsabilidad y aprovechamiento todavía existe una participación del Estado; a España le representa ingresos anuales por $60.6 mil millones de dólares, a Francia $50.8 mil millones y a México $20 mil millones.
En el caso mexicano resulta imprescindible darle una multifuncionalidad al sector no solo por el potencial que le representa ser el sexto sitio de interés turístico a nivel global, gracias a ser el cuarto lugar por la cantidad de ciudades consideradas patrimonio de la humanidad, primer lugar en reservas arqueológicas y los 11 mil kilómetros de costa. Esta multifuncionalidad tendría que integrar el patrimonio existente sin aprovechar, pero dadas las múltiples muestras de disparidad regional, habría que reconsiderar como eje fundamental, el mejoramiento de las condiciones de vida de la sociedad local, propietaria de los bienes turísticos. Entonces es necesario revisar la cantidad invertida en el sector, pero también sus patrones de distribución; de 1999 a 2018 la inversión se incrementó $20.6 mil millones de dólares, impulsando áreas particulares, de forma que una misma región dispone de un patrimonio aprovechable, pero al mismo tiempo, registra poblaciones con altos niveles de polarización, que no son integrados a dicha dinámica. Por tanto, la distribución de dicha inversión es destinada a zonas turísticas, dejando fuera a aquellas comunidades contiguas de menores ingresos, enfatizando infraestructura en la que no se ven beneficiados; por ejemplo, entre 1999 y 2018, 85.7% de la inversión extranjera directa se dirigió al sector hotelero, casas y departamentos con prestación de servicios hoteleros, 4.6% al transporte aéreo, 4.6% en la administración de aeropuertos y 5.1% en otros servicios turísticos.
En otras palabras, la inversión resulta diferenciada para los sitios con serios problemas de polarización a pesar de que estos dispongan de patrimonio; atender tal disparidad sería útil para consolidar un mercado turístico, conformado con visitantes locales y foráneos, es decir, compuesto con diferentes intereses y posibilidades. Pensemos ahora en la instrumentación de dicho criterio en Morelos, donde existe una riqueza patrimonial y natural, pero se evidencia una lógica de inversión similar al nacional. Por ejemplo, de 2012 a 2018 se recibieron en la entidad $1,129 millones, concentrándose 80% en Cuernavaca en el Museo Morelense de Arte Contemporáneo y la Ecozona del centro histórico.
Por el contrario, las zonas turísticas ubicadas fuera de la capital tiene menor atención a pesar de sumar 44 museos, 13 teatros, 10 monumentos históricos, 2 zonas patrimonio de la humanidad, 17 zonas patrimonio ferrocarrilero, 8 zonas arqueológicas, 2 pueblos mágicos, 11 conventos, 14 ex haciendas y 59 balnearios, y de los que pueden mencionarse el Tepozteco, la zona arqueológica de Chalcatzingo, el pueblo de Tlayacapan, el museo “Casa de Morelos”, las pirámides de Xochicalco, el ex convento de Santiago Apóstol en Ocuituco, el parque nacional Lagunas de Zempoala, el Lago de Tequesquitengo, el ex convento de San Juan Bautista en Amacuzac o el Parque de los Venados Nepopualco en Totolapan, los cuales representan solamente 19% del total estatal, es decir 6.7 millones de pesos dividido entre los 32 municipios restantes. Con base en una lógica de redistribución de la inversión en el sector, sería posible incrementar los beneficios económicos del patrimonio natural y cultural existente en la entidad abordando entre otras cosas, la polarización social y la diversificación de las actividades asociadas al sector, volviendo al turismo una actividad integral y heterogénea, necesaria para la sociedad. Es decir multifuncional, lo cual ha mostrado su efectividad en otras latitudes.
Celia Minerva Jiménez Ortiz, Rafael Monroy Ortiz y Rafael Monroy Martínez.
Profesores Investigadores UAEM
Fotografías: Adalberto Ríos Szalay