Turismo

El valor natural de las complicidades turístico-conservacionistas

MARIO ALBERTO REYNA ROJAS
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El turismo convencional en México tiene afectaciones ambientales, por ejemplo, los diferentes productos consumidos por los turistas terminan como residuos en los espacios destinados a estas actividades;  además por supuesto, de las modificaciones territoriales en los espacios naturales, donde se emplazan hoteles y restaurantes, cuya iluminación, ruido, altas concentraciones de personas y actividades turísticas en espacios conservados han provocado, entre otras cosas, el desplazamiento de diferentes especies de plantas y animales en busca de mejores condiciones ambientales para su sobrevivencia.

Como resultado de ello se ha impulsado una forma de turismo alternativo al del tipo convencional, permitiendo a los turistas un reencuentro con la naturaleza, así como un reconocimiento del valor de la interacción con la cultura de cada espacio visitado;  este puede asumir diferentes versiones, incluyendo el Turismo de descubrimiento de espacios naturales, el Ecoturismo, el Turismo ambiental o el Turismo rural.

A pesar de que su orientación principal es el aprovechamiento del contacto con la naturaleza, este también se ha vuelto invasivo, y en la mayoría de los casos implica la modificación de los ecosistemas;  incluso, se ha convertido en un medio de  extracción y la mayor parte de las veces, de comercialización de espacios y recursos naturales, dando lugar a complejos turísticos modernos y a sus consecuentes impactos ambientales.

Por el contrario, el turismo alternativo debe contribuir a la conservación biológica, a través de una planeación sobre el uso y manejo de los recursos como atractivos turísticos, desarrollando una cultura ambiental en los turistas, impulsando la atención a necesidades recreativas, pero principalmente bajo un criterio general de respeto a las relaciones sociales locales de quienes habitan en las zonas sobre las que incide.

En esta forma diferente de turismo, no basta solamente con colocar botes de colores para la separación de basura ni letreros que indiquen el paso de fauna en las carreteras o que sugieran no alimentar a las diferentes especies de animales presentes; también es necesario proponer estrategias sencillas como la reducción de productos inorgánicos vendidos en estos espacios, la implementación de baños secos, la delimitación de los horarios para la iluminación artificial e incluso, la creación de zonas de amortiguamiento para el desarrollo de las diferentes actividades turísticas.

Sumado a lo anterior, resulta pertinente capacitar en materia ambiental a los prestadores de servicios y habitantes de las zonas turísticas con el objeto de priorizar la conservación de sus entornos naturales, y reforzar la transmisión de esto a los turistas.  Esto implica en realidad el reconocimiento y aceptación de un intercambio en donde el propietario del entorno ambiental provee el servicio de guía y principalmente conservación, para sostener un turismo de quien obtiene una retribución económica. Dicha complicidad turística-conservacionista es un instrumento que permite a los pobladores locales, dar un valor agregado a los elementos de atracción natural.

Por tanto, la formulación de nuevas complicidades turístico-conservacionistas, implica como eje central la promoción de la conservación ambiental, pero bajo el respeto a las comunidades y sus formas de uso y aprovechamiento de los recursos, es decir, impulsando verdaderas formas de turismo alternativo más allá de la connotación convencional de educación ambiental.

En realidad, buscar que el turismo sume a la conservación de la naturaleza y de la cultura existentes en las comunidades, implica también el respeto a la soberanía de los pueblos indígenas y campesinos por parte de los turistas, sin modificar las actividades productivas tradicionales; por tanto, los usuarios pueden observar directamente las formas de uso y aprovechamiento de los recursos naturales y con suerte, ser partícipes de ello.

 

Mario Alberto Reyna Rojas

Profesor Invitado Escuela de Turismo UAEM.

Fotografías: Israel Carranza, estudiante de la Escuela de Turismo UAEM.

 

 

 

 

 

 

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