En este sentido, habría que recalcar que la conquista de estas islas está enmarcada dentro del proyecto cortesiano de la apertura de la ruta a las Islas Molucas, que de hecho permitieron que Andrés de Urdaneta tuviera conocimiento de la posible ruta de retorno del sureste asiático hacia las costas americanas del Pacífico.
Efectivamente, Hernán Cortés organizó y financió varios viajes de descubrimiento marítimo en las costas de la Mar del Sur con la intención de descubrir un posible estrecho o paso entre el Atlántico y el Pacífico, tanto hacia el sur en las Hibueras como hacia el norte en el Golfo de California. Asimismo, organizó dos expediciones hacia el sureste asiático con la finalidad de llegar a las Molucas –las islas de las Especias—, con el objetivo de controlar el comercio de tan preciados productos. También, como consecuencia de esas expediciones abrió la ruta marítima comercial con Centro y Sudamérica, a través de la cual durante varios años intercambió productos de la Nueva España con el Perú y viceversa. Hernán cortés financió todas estas expediciones de descubrimiento marítimo con los recursos provenientes de la Alcaldía Mayor de Cuernavaca, las más rica provincia del Marquesado del Valle, y con la plata proveniente de las minas que tenía en Taxco y Zultepec, que a su vez eran explotadas con los recursos en especie y mano de obra que también procedían de dicha alcaldía mayor.
En varias de estas estas expediciones e intercambios comerciales, participó con él, Juan de Salcedo, un vizcaino con quien entabló una profunda amistad desde la isla de Cuba. Salcedo siempre aportó grandes cantidades de dinero a las empresas que realizaba junto con Cortés, incluso éste para proteger a su primera mujer, Leonor Pizarro, la casó con Salcedo. De este matrimonio hubo un hijo, Pedro de Salcedo.
En recompensa por su participación en la conquista de México Tenochtitlan y otras provincias indígenas, Salcedo fue recompensado con varias encomiendas situadas en la llamada Provincia de la Plata –Temazcaltepec, Zultepec, Zacualpan y Taxco, cuatro de los primeros centros de explotación argentífera de la América española—, donde junto con Cortés y otros españoles provenientes de las Antillas explotaron minas. Tanto el extremeño como Salcedo se convirtieron en mineros exitosos, lo que les permitió realizar otro tipo de empresas, entre ellas las expediciones marítimas y comerciales ya mencionadas.
Entre los primeros pobladores llegados a la Nueva España inmediatamente después de la conquista de México Tenochtitlan, se encuentra Miguel López de Legazpi, quien casó con Isabel Garcés, hermana de Julián Garcés, el primer obispo de Tlaxcala. López de Legazpi, también de origen vizcaino, obtuvo el nombramiento de escribano del Cabildo de la ciudad de México, donde conoció a su paisano Juan de Salcedo, en ese entonces regidor del mismo ayuntamiento.
Probablemente, por la filiación étnica, ambos entablaron una amistad muy cercana, de tal modo, que López de Legazpi quedó como curador de los bienes de Pedro de Salcedo, a la muerte del padre de éste en 1536. Años después, Pedro se casaría con María Teresa Garcés, hija de López de Legazpi. Tanto Pedro de Salcedo como su suegro tuvieron intereses comunes en la minería de la Provincia de la Plata como en otras empresas agrícolas y ganaderas en el Bajío. Los López de Legazpi también se convirtieron en una familia minera prominente en la Nueva España.
Igualmente, entre los primeros pobladores de la Nueva España, se encuentra el sevillano Guido de Lavazares, que llegó en 1536 junto con el alemán Juan Henche, apoderado de Lázaro Martín Verger y Cristóbal Rayzer, también alemanes y vecinos de la ciudad de Sevilla. Debido a los conocimientos que Lavazares y Henche tenían en la minería en la fabricación de hornos para fundir metales y molinos de beneficio, se insertaron en los reales de minas de la Provincia de la Plata. Según parece, los conocimientos de Lavazares eran más amplios, pues en 1542 fue enviado por Felipe II a las Islas del Poniente, donde pasó siete años en descubrir esas tierras, donde se dice que había ido a descubrir las Islas del Poniente en la expedición que había comandado el General Villalobos.
El 24 de septiembre de 1559, Felipe II envió una ordenanza al virrey Velasco, en la que le ordenaba preparar una expedición a las islas del Pacífico. El virrey Velasco propuso como capitán general de la expedición a Miguel López de Legazpi, la cual partió del puerto de Navidad el 21 de septiembre de 1564. Al año siguiente, el 27 de abril, la expedición llegó a la isla Cebú, donde López de Legazpi fundó la ciudad del Santísimo Nombre de Jesús y bautizó a las islas como “Filipinas”, en honor al monarca español. En febrero de 1565, Miguel López de Legazpi envió a su nieto Felipe de Salcedo como capitán de la expedición para el viaje de regreso a la Nueva España, acompañado de fray Andrés de Urdaneta. Los expedicionarios llegaron al puerto de Navidad el 1º de octubre, y pocos días después al puerto de Acapulco, desde donde pasó a la ciudad de México, inaugurando la ruta del Pacífico, uno de cuyos tramos terrestres pasaba por la ciudad de Cuernavaca.
Resta decir que el proyecto de Hernán Cortés, aunque modificado porque el imperio español se enseñoreó de las Filipinas en lugar de las Molucas, se realizó gracias a los esfuerzos de los Salcedo – López de Legazpi y de los Lavazares – Gibraleón.
Dr. Jaime García Mendoza
Profesor Investigador de la UAEM
Fotografías
Adalberto Ríos Szalay