Dada las particularidades de la actividad turística, ésta puede emplazarse en diferentes lugares o circunstancias, y que pueden incluir elementos históricos o patrimonio natural. En los múltiples casos del México profundo, la sociedad se integran al sector de forma regular, lo cual bien podría ser descrito como plasticidad.
Esta puede observarse del ámbito rural al urbano mismo, donde dicha cualidad viene determinada por la sencillez y creatividad de la población para autoemplearse en los sitios, volviéndose proveedores de algún servicio que cubra las necesidades generadas por los visitantes.
Si la contabilidad económica del turismo global tuviera los mecanismos apropiados para reconocer dicha plasticidad, seguro el porcentaje de aprovechamiento económico sería mayor a aquel estimado por la Organización Mundial del Turismo (OMT) que le asigna 10.4% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial, producto del empleo de 313 millones de personas en términos globales; tan solo en este sentido, seguro habría un número mayor de trabajadores que son parte fundamental en el funcionamiento del sector.
En las condiciones regionales de nuestro país, este sector considerado entre los tres más importantes para el comercio internacional, también cumple un papel central en la ocupación de un porcentaje de población local, ajustándose a los criterios de autoempleo.
Sin embargo, valdría la pena recordar que no solo la disponibilidad de condiciones turistificables son directamente responsables, en el sentido convencional, de transformaciones positivas como la creación de empleo o el mejoramiento del nivel de ingreso y las condiciones de vida de la sociedad. En algunas ocasiones también se generan efectos negativos, como la modificación de las condiciones locales, la destrucción de la naturaleza, el incrementanto del consumo de recursos e incluso, la banalización de las expresiones culturales y tradicionales.
Sin embargo, parte importante de la plasticidad es la incorporación de sectores sociales locales, quienes también cumplen un papel central de estructuración local, de protección y cuidado del ambiente, y en alguna medida, impidiendo la modificación de las condiciones locales; la integración de sectores sociales de una comunidad hacen de esta un determinante para lograr la autogestión y por ende, la conservación de los ecosistemas, la flora y la fauna y en general, la cultura inherente de esto sectores.
Los ejemplos de esta integración social y ambiental también encuentra una amplia diversidad y extensión territorial en el caso mexicano; tal vez uno de los más significativos en la estructura territorial de Morelos es la de los balnearios naturales. Esta condición natural es en realidad una forma de turismo no convencional, el cual crea oportunidad de establecer sitios turísticos cuyos beneficios económicos incluyen precisamente la generación de un mercado de trabajo al que también se le puede atribuir el desarrollo y cuidado de las comunidades locales. Estas formas consisten en realidad en parajes situados en algún lugar natural, que funcionan como lugar de esparcimiento dadas las posibilidades de interacción con el agua, en comparación con parques acuáticos que serían ejemplos del turismo convencional.
En el caso de Morelos, existen 42 balnearios y parques acuáticos registrados en el Directorio Estadístico Nacional de Unidades Económicas (DENUE), de donde 37 son del sector privado y sólo 5 del sector público; sin contar los establecimientos que no se encuentran registrados. En este sentido, se pueden encontrar distintos tipos de balnearios de acuerdo a sus características locales; por ejemplo, los de manantiales de agua sulfurosa como el balneario Agua hedionda, Tehuixtla y Palo Bolero. Además, relacionados con propiedades curativas, los de aguas Termales como las Termas de Atotonilco y el balneario las Huertas, así como los situados en lugares naturales e incluso en alguna área natural protegida como el Santa Isabel, Las Estacas y las Palmas, Balneario las Tortugas, los Manantiales. Por otra parte, los parques acuáticos como el Rollo, Aqua Splash, Ex hacienda de Temixco y Six Flags Hurricane Harbor Oaxtepec que están inmersos dentro de las zonas urbanas.
Cabe destacar que 22 de 42 balnearios se encuentran ubicados en municipios con registros de pobreza, de manera que existe una clara posibilidad de integración social gracias a la plasticidad de la actividad, volviendo al sector multifuncional atendiendo a la desigualdad local y la conservación de los recursos naturales.
Por ejemplo, en el municipio de Tlaquiltenango se encuentra el parque acuático El Rollo, ofertado al público como el más grande de América Latina; su mayor registro fue de 30,000 personas en un solo día, recabando un total estimado de 8 millones de pesos, sin embargo esta forma de aprovechamiento del espacio también podría ayudar al desarrollo económico y social del municipio, siempre que la plasticidad permita integrar indirectamente al otro 51.9% de la población registrado en un estatus de pobreza.
En este sentido, el turismo no convencional y plasticidad del turismo permiten estructurar aspectos importantes como la conservación y el desarrollo de las comunidades, utilizando y optimizando los recursos con el objeto no solo para ofertar turismo sino para incorporar a otros sectores. En el caso de Morelos, los balnearios naturales son uno de los ejemplos múltiples de la diversificación del turismo local, los cuales pueden ser parte de un ejercicio de aprovechamiento con metas de conservación ambiental y de manera particular, con una estrategia de integración plástica de los sectores sociales marginales.
Rodrigo Flores Reséndiz y Rafael Monroy-Ortiz
Profesores Investigadores UAEM
Fotografías:
Archivos Compartidos UAEM-3 Ríos