Considerado un Pueblo Mágico, Tlayacapan es uno de los tantos destinos turísticos con los que cuenta el estado de Morelos, una parte de su encanto reside en su pasado prehispánico, época en la que fue habitado por olmecas. Se trataba de un paso comercial obligado para los pueblos del sur que se abastecían de diversos productos. Hace casi tres años la naturaleza nos enfrentó nuevamente a un gran desafío tras el sismo del 19 de septiembre del 2017, lo cual convocó a sumar esfuerzos para reconstruir inmuebles y restaurar el patrimonio de cada una de las comunidades afectadas.
Tal es el caso de Tlayacapan que es uno de los hermosos pueblos mágicos del estado de Morelos, y que año con año recibe a miles de turistas que disfrutan de sus pintorescas fachadas, de sus artesanías y de las construcciones antiguas del primer cuadro, sin embargo poco se conoce de estas edificaciones al igual que los esfuerzos realizados para lograr su restauración impulsada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Pero, ¿Qué es restauración? De acuerdo con el INAH, es aquel conjunto de operaciones programadas que se aplican cuando el patrimonio ha perdido parte de su significado o características originales, interviniendo de manera rigurosa para transmitirlo con la riqueza de su autenticidad. A lo largo de este tiempo, la restauración del patrimonio en Tlayacapan representa una parte fundamental y de interés para los turistas que lo visitan, ya que en su conjunto forma parte de los atractivos de la localidad.
Este municipio, fue uno de los tantos que se vio afectado pues la mayoría de los daños se presentaron en inmuebles religiosos, dada la edificación tradicional (arquitectura vernácula) y de época virreinal con la que cuenta. Los monasterios que hoy se conocen fueron construidos por misioneros franciscanos, agustinos y dominicos entre 1534 y 1560, es por ello que la importancia histórica de estos inmuebles a escala regional, y desde su singularidad constructiva, los hizo acreedores a ingresar en la lista de Patrimonio Cultural de la Humanidad, entre las que destaca el Convento de San Juan Bautista que data del siglo XVI y nombrado patrimonio en 1994 por la UNESCO.
Tlayacapan cuenta con diversas capillas y su arquitectura es uno de los atractivos turísticos. Las capillas de barrio, como se les denomina, sustituyeron a los teocalis del pueblo prehispánico original; son pequeñas y en su mayoría llamativas, por lo que le dan al pueblo un rasgo distintivo. Entre las que llaman la atención, se encuentra la capilla de San Nicolás construida en el siglo XVI, ésta se encuentra ubicada dentro de la Ex-hacienda de San Nicolás Pantitlán, dicho monumento se encuentra en ruinas ya que después de su periodo de auge fue abandonado y tomado por frailes Agustinos para posteriormente llegar de nueva cuenta a manos de un descendiente de Cortés, hasta que en 1809 el Gobierno Federal confisca la hacienda y se queda con ella. Las afectaciones más graves para este inmueble histórico, se presentaron en la fachada principal y la espadaña, así como grietas en el muro norte. Se llevaron a cabo los refuerzos pertinentes para evitar que la espadaña colapsará así como el retiro de aplanados; el mismo procedimiento se realizó en el muro sur donde se encuentra el campanario, en la fachada principal y en el muro norte. Los daños fueron mínimos, pues con el apoyo del INAH, anteriormente ya se habían realizado dos restauraciones en el inmueble tanto estructural, como de fracturas y techumbre.
Asimismo la capilla de San Andrés Cuahtempan construida entre el Siglo XVI y Siglo XVII, se vio comprometida pues las afectaciones se dieron principalmente en muros de la fachada principal, mampostería, cúpula, bóveda, sacristía y el colapso parcial de campanario. La intervención en esta capilla se realizó en dos fases, la primera consistió en un reforzamiento evitando el colapso de la torre del campanario así como del interior de las bóvedas y arcos, para así lograr su reestructuración a través del cocido de fracturas e inyección de grietas, retiro y restitución de aplanados sueltos y acabado final con pintura a la cal, igualando el color existente. La segunda fase estribó en el anclaje de mampostería con material similar al de fábrica (piedra labrada) y la restitución de elementos decorativos así como en aplanados y acabado final con la misma técnica de la fase anterior.
Los daños fueron incalculables y las afectaciones no sólo se dieron en los inmuebles religiosos, sino que también existen varios inmuebles que se encuentran en proceso de restauración, como es el caso del Palacio Municipal, que con sus gruesos pilares, es el más antiguo de México y el cual fue construido en el siglo XVI como cabildo y modificado posteriormente como palacio municipal en el siglo XIX con la construcción del segundo nivel y un remate de reloj conmemorativo del centenario; para entonces la fachada estaba compuesta por muros de piedra y adobe, así como entrepisos de piedra, cubierta con vigas de madera, solera, teja de barro y entortados con enladrillado, donde aún se conservaban los aplanados originales y pinturas del siglo XVI en las bóvedas del primer nivel. Tras el sismo, la estabilidad estructural del edificio se ha visto comprometida en sus muros, entrepisos y cubiertas, presentando daños tales como grietas y fracturas, en muros y arcos del portal de acceso al edificio, ocasionando perdida de verticalidad, desprendimiento parcial de aplanados y debilitamiento de la estructura; también se vio afectado el reloj y su campanario a base de vigas metálicas el cual colapso impactando sobre la bóveda de cañón corrido y la cubierta de la secretaría general. Se ha puesto hincapié en los apuntalamientos de refuerzo para evitar que siga deteriorándose y garantizar la estabilidad estructural del edificio sin ser invasiva; cabe considerar que éste inmueble continúa en proceso de restauración.
Sin duda, la restauración del patrimonio de Tlayacapan que se vio afectado, así como de otros sitios, ha sido una tarea en conjunto de especialistas conformados por arquitectos, estructuralistas, restauradores e ingenieros civiles, todos coordinados por el INAH, pues en esta perspectiva ponen en valor la historia de un lugar, la cual representa la identidad de sus habitantes y que además se refleja en sus monumentos que perduran a través del tiempo, pues éstos son una fuente de ingreso económico y generador de progreso; por lo que su cuidado y su rescate son fundamentales. Para quienes aman viajar, los sitios históricos son uno de sus principales atractivos ante su belleza y lo que representan, por ello el patrimonio cultural es parte del desarrollo sostenible y eje sobre los que se construye el turismo.
TEXTO Y FOTOGRAFÍAS:
ELVIRA CORTÉS RIVAS
PROFESORA DE LA ESCUELA DE TURISMO UAEM
MARÍA CORTÉS RIVAS
EGRESADA DE LA FACULTAD DE ARQUITECTURA UAEM