La Orden de San Agustín llegó a la Nueva España, el 22 de mayo de 1533, nueve años después que los Franciscanos y seis que los Dominicos, sin duda por su necedad al pretender asentarse en estas tierras, y no en la provincia de Santa Marta o Centroamérica como eran los deseos de la Corona Española, terquedad que se acentúa al fundar convento en la capital contra el parecer de la Audiencia.
Esta primera expedición estuvo compuesta de siete frailes, con Fr. Francisco de la Cruz como cabeza, Fr. Jerónimo Jiménez, Fr. Juan de San Román, Fr. Juan de Oseguera, Fr. Jorge de Ávila, Fr. Alonso de Borja y Fr. Agustín de Coruña, quienes se embarcaron en Sevilla el 3 de marzo de 1533 en la nao Santa María de la Anunciada, al mando del maestre Juan Sánchez de Figueroa, y con próspero viento llegaron a los 22 de mayo, día de la Ascensión de Nuestro Señor JesuChristo, al puerto de San Juan de Lua en la Nueva España. Narra el mismo cronista Grijalva, cómo partieron de Veracruz el 27 de mayo y llegaron a la ciudad de México el 7 de junio, víspera de la fiesta de la Santísima Trinidad. Cuatro de ellos llegaron enfermos, así que por orden médica debieron hacer el viaje en mulas.
Sin duda alguna, se les puede considerar entre los fundadores del cristianismo en nuestro país, por haber desarrollado su labor evangélica en tierras vírgenes, todavía no roturadas por las otras Ordenes. Iniciaron su actividad en la ciudad de México y alrededores, como el hacerse cargo del recién fundado hospital de Santa Fe, realizado por el entonces Oidor Don Vasco De Quiroga, donde éste pretendió llevar a la práctica las ideas que el gran humanista inglés Thomas More había desarrollado en su Utopía. Tomando a la vez tres rutas primordiales, la primera hacia la llamada sierra baja, en el actual Estado de Guerrero, con Tlapa 1533, y Chilapa 1534, como centros principales. Fundaciones que van a estar ligadas a la capital con las realizadas en el marquesado del Marqués del Valle, hoy estados de Puebla y Morelos, destacando el convento de Ocuituco 1533, primer convento agustino en América, Totolapan y Yecapixtla 1534, Tlayacapan 1554, Atlatlahucan 1570, Jonacatepec 1558 y Zacualpan de Amilpas 1535. La segunda hacia el norte, a la llamada sierra alta, hoy mejor conocida como la región de las Huastecas, que abarca los estados de Puebla: Huachinango 1543, Veracruz: Tantoyuca 1557, Hidalgo: Atotonilco 1535, Meztitlán 1543, Huejutla 1545, Actopan e Ixmiquilpan 1550, Querétaro: Jalpan 1608, y San Luis Potosí: Xilitla 1554. La tercera hacia el occidente, el reino Tarasco: Tiripetío 1537, bajan por Tacánbaro 1540, a la tierra caliente michoacana, la Huacana y Pungarabato, territorio que abandonaran en 1568. En 1550 comienzan a fundarse los principales conventos: Valladolid, Cuitzeo, Yuriria, Charo; Tzirosto 1575, Patzcuaro 1576; internándose en la Nueva Galicia: Guadalajara 1573 y Zacatecas 1576.
Los conventos agustinos de Ocuituco, Totolapan, Yecapixtla, Atlatlahucan, Zacualpan de Amilpas y Tlayacapan fueron inscritos desde el año 1994 a la lista de patrimonio mundial de la UNESCO dentro de la declaratoria los primeros monasterios del siglo XVI en las faldas del volcán Popocatépetl. Estos catorce conventos, once en Morelos, tres en Puebla y, recientemente agregado uno más en Tlaxcala, 15 en total, responden a un modelo arquitectónico y urbano único, que pronto se estableció en prácticamente toda la región.
Este modelo constaba de una gran explanada en la que convivían armónicamente los principales elementos de la vida monástica de los frailes en comunidad con la población, así colocaron la capilla abierta, las capillas procesionales o posas, el claustro para uso de habitación, alimentación y lectura, el huerto, el atrio, el templo, el camposanto, el patio, entre otros. Asimismo, algunos de ellos en sus inicios fueron utilizados como hospital, escuela y almacenamiento de agua y alimentos.
Hoy en día, la mayoría de ellos sufrieron graves daños estructurales ocasionados por el sismo del 19 de septiembre del 2017, sin embargo, gracias a la oportuna intervención del Centro INAH Morelos, todos ellos han avanzado en su rehabilitación y restauración utilizando las mismas técnicas tradicionales con los que fueron construidos hace casi 500 años, así que muy pronto podremos verlos brillar nuevamente.
TEXTO:
OBED CAMPOS CASTAÑEDA
PROFESOR INVITADO DE LA ESCUELA DE TURISMO UAEM
FOTOGRAFÍAS:
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