¿Alguna vez has tenido la oportunidad de disfrutar de la belleza de un cielo lleno de estrellas?
Pocas veces dentro de los centros urbanos podemos observar plenamente el cielo estrellado o tener la suerte de ver una estrella fugaz, esto debido a la alta contaminación lumínica que existe en ellos, lo que impide a las estrellas brillar en su esplendor.
Por tal motivo, creemos que necesitamos irnos a lugares sumamente alejados de las ciudades donde vivimos para poder observar este espectáculo estelar, aunque a veces basta con alejarse unos kilómetros a zonas menos conurbadas para poder hacerlo.
Pero ¿qué es el astroturismo o turismo astronómico? es una modalidad del turismo de naturaleza que consiste en viajes a destinos con las características necesarias para la observación astronómica, que incluye actividades como la observación e identificación de estrellas y astros con equipo especializado, visitas a observatorios astronómicos, astrofotografía, campamentos, catas de vino bajo las estrellas, entre otras muchas actividades que puedan derivar de esta temática.
En esta ocasión, nos dirigimos una vez más a la Reserva de la Biosfera Sierra de Huautla (REBIOSH) para hacer observación estelar y astrofotografía, específicamente a la comunidad de Chimalacatlán, en el municipio de Tlaquiltenango. Esta pequeña comunidad de apenas 324 habitantes está enclavada casi en el corazón de la REBIOSH, un sitio rodeado de montañas, en donde las comunidades más cercanas están a más de una hora de distancia, haciendo que la contaminación lumínica sea muy baja, por tanto, es más posible la observación de un cielo estrellado.
En esta pequeña expedición en busca de la vía láctea, instalamos un pequeño campamento cerca de la zona arqueológica de Chimalacatlan. Iniciamos nuestro ascenso a la zona desde el centro del pueblo previo al atardecer, acompañado de nuestros guías locales Raúl y América. Antes de partir, la mamá de nuestro guía nos sirvió una deliciosa comida, carne de puerco en salsa verde acompañada con tortillas a mano. Una vez que comimos, emprendimos nuestro recorrido y durante todo el trayecto pudimos observar la flora y fauna característica de la selva baja caducifolia y a medida que subíamos, las montañas que rodean al pequeño pueblo. Llegamos cuando el sol ya se había ocultado, regalándonos unos paisajes de tonos anaranjados que contrastaba con las montañas cubiertas de vegetación seca por la temporada.
Una vez instalado el campamento, nuestros guías nos contaron algunas historias del pueblo referente a sus encuentros con la fauna de la reserva, el silencio ahí era increíble, a lo lejos se escuchaban algunas aves y murciélagos volando, el viento soplaba fuerte.
Nos fuimos a dormir mientras que la luna creciente se escondía y nos pudiera permitir observar la vía láctea, aunque aún con la luz de la luna era posible observar un sinfín de estrellas. Eran las 4:00 am cuando salimos para comprobar si el viaje había valido la pena, lo que vimos a continuación fue un espectáculo natural que nos dejó sin palabras; frente a nosotros y justo atrás de la parte más alta de la zona arqueológica se observaba la forma de la vía láctea, millones de estrellas adornaban el cielo y cada tanto una estrella fugaz cruzaba.
Nos dedicamos un par de horas a practicar astrofotografía, cada tanto disfrutábamos de ruidos de la naturaleza y poco a poco la luz del sol fue apareciendo, regalándonos un amanecer espectacular, que iluminaba los árboles grisáceos de las montañas. Levantamos nuestro campamento para continuar con nuestra siguiente experiencia, senderismo hasta la cueva del Encanto, donde fueron encontrados restos fósiles de diversos animales prehistóricos como el mamut. Durante el camino de regreso observamos algunas aves de la zona, entre ellas el cuco ardilla (Piaya Cayana).
Una vez que llegamos a dónde iniciamos nuestras caminatas, nos volvieron a recibir con una exquisita comida, esta vez un platillo típico de la región, queso en salsa verde con ciruelas y tortillas a mano, esto es algo que tienes que probar si visitas Chimalacatlan.
Nuestra expedición llegó a su fin, contentos de los maravillosos paisajes y experiencias que nos regaló la naturaleza y con ganas de volver una vez más.
En México, este tipo de turismo no ha presentado gran desarrollo, aún y cuando cuenta con un potencial inmenso para su realización. Existen diversas zonas, sobretodo dentro de las áreas naturales protegidas que tienen las características necesarias para actividades de observación estelar, que pueden ser una nueva opción para el desarrollo de las comunidades y la conservación de la naturaleza.
TEXTO Y FOTOGRAFÍAS:
ANA ROSA MACHORRO ONOFRE
EGRESADA DE LA ESCUELA DE TURISMO UAEM