Existen cientos de publicaciones sobre la vida, obra y asesinato del General Emiliano Zapata Salazar, decenas de películas, fotografías, manuscritos y relatos que narran diversas miradas sobre la Revolución del Sur en el estado de Morelos.
Mañana lunes 10 de abril se conmemoran 104 años de su asesinato en la Hacienda de Chinameca a manos de Jesús Guajardo con el consentimiento de Pablo González y del presidente Venustiano Carranza; aunque esta versión oficial de su muerte es cuestionada por diversos historiadores, pero sobre todo por la memoria histórica y colectiva de la gente.
De cualquier forma, el lunes se montarán guardias en su honor, con arreglos florales y honores, así como discursos políticos enalteciendo su figura, sin embargo, el que aquí escribe esta cierto de la deuda histórica que aún se tiene con el campo morelense y sus comunidades.
En este sentido, vale la pena recuperar algunos fragmentos del libro Revolución en Morelos de Sergio Valverde del año 1933 que a continuación transcribo y que refieren los últimos días de Zapata:
Toma de Jonacatepec
Zapata pidió al coronel Guajardo, que atacara y tomara con sus tropas, la plaza de Jonacatepec, y de acuerdo con el Cuartel General de Operaciones, dicho ataque se efectuó simulado, fingiéndose un tiroteo de algunas horas, hasta que ya tenía órdenes para el caso, evacuó la población, entrando victoriosos los soldados de Guajardo.
Esto pareció dejar satisfecho al jefe Suriano, con respecto a la fidelidad y buenas intenciones del coronel, y entonces permitió que se le acercara, recibiendo al coronel Guajardo las felicitaciones del cabecilla, por el buen comportamiento de él y de sus soldados, y ascenso inmediato para todos sus oficiales.
Una mujer de por medio
La posición de Guajardo no podía ser mejor para los planes que tenía que desarrollar, y que sólo él conocía, pues no los había comunicado ni a sus mismos oficiales, con objeto de que no pudiera haber la menor desconfianza con el Atila.
Pero de pronto apareció en escena una mujer procedente de Cuautla, que se acercó a Zapata y le informó que Guajardo estaba meditando un plan para traicionarlo, que se cuidara de él y de sus hombres que los acompañaban. Poco necesitaba Zapata para desconfiar de un individuo de manera que este aviso inesperado, lo inquietó, y en su espíritu ya no germinó la duda, sino la certeza de que se le tendía una celada, pues aquella mujer, le aseguró al suriano que estaba perfectamente bien enterada de todo el plan.
El clarín trágico
De antemano había colocado frente a la tienda en que libaban las cervezas el coronel Guajardo, 20 de sus mejores oficiales y soldados con un clarín, dando órdenes terminantes de que tan pronto como apareciera Emiliano Zapata, sin medir ningún peligro y sin vacilación de ninguna clase, hicieran fuego sobre él y su gente, a reserva de que él estaría listo para dirigirlos oportunamente. Ante las insinuaciones de Guajardo, y comprendiendo Zapata que estaba borracho ´solo accediendo a su invitación de tomar una cerveza, lograría capturarlo, marchó, con su escolta hacia la Hacienda de Chinameca.
Avanzaba a la cabeza de su gente el Atila del Sur, montado en brioso caballo, obsequio del mismo coronel Guajardo, sin desconfiar de aquellos 20 soldados que estaban formados en línea desplegada frente a la casa de la Hacienda en actitud de hacerle los honores militares.
Cuando el cabecilla pasaba frente al grupo de soldados, el clarín dejó oír un toque de atención, que era la señal convenida para hacer fuego, y los leales de Guajardo tendieron sus armas y descargándolas sobre el grupo zapatista, en el que sembraron desde luego la mayor confusión y espanto.
Después de la primera descarga, se vio que el Atila y otros de los suyos yacían en tierra, sin vida y los soldados siguieron haciendo fuego sobre los hombres de la escolta zapatista, de los cuales murieron unos y otros lograron escapar.
Los acontecimientos anteriores se desarrollaron a las dos de la tarde del 10 de abril.
Entre tanto en el interior de la casa, el coronel Guajardo, estaba con los tres jefes zapatistas, apurando cerveza, y al escuchar los disparos, Guajardo comprendió de qué se trataba y echó mano a su pistola, y como otro tanto hicieran los surianos, se cambiaron algunos tiros, quedando al fin muertos los tres zapatistas Castrejón, Palacios y Bastida.
Inmediatamente salió a la calle el coronel Guajardo, encontrando que sus soldados estaban batiéndose con los restos de la escolta de Zapata, que hacían débil resistencia, pues comenzaron a replegarse rápidamente a sus posiciones, no obstante, la inferioridad numérica de los soldados leales.
Hacia Cuautla
Habiendo huido los surianos, el coronel Guajardo antes de ser atacado en alta fuerza ordenó que el cadáver de Emiliano Zapata, que fue previamente identificado, se colocara sobre un caballo, y emprendió la marcha con dirección a Cuautla, a donde arribó a las nueve y media de la noche.
En la Hacienda de Chinameca, en donde está el grueso de las fuerzas de Guajardo, fueron enterrados los cadáveres de los llamados generales surianos Castrejón, Zeferino Ortega, Gil Muñoz alias El Mole, Feliciano palacios El Gancho, secretario de Zapata y el coronel Lucio Bastida; resultó herido el Gral. Jesús Capistrán.
Texto
Gerardo Gama Hernández
Tomado del libro Revolución en Morelos de Sergio Valverde, 1933.
Archivo UAEM-AECajigal
Imágenes y fotografías
Internet y Gerardo Gama Hernández