Rodeando la llanura de la maravillosa y enigmática sierra de la Huautla, al suroeste de las cañadas del estado de Morelos, en Tlaquiltenango; a pocos metros de la carretera Jojutla-Chinameca y entre los pueblos de La Mezquitera y La Era, se encuentra una pequeña población que prácticamente en la entrada se localiza un sitio arqueológico y colonial conocido como Las Bóvedas.
De acuerdo con información de la arqueóloga Laura Ledesma Gallegos, del Centro INAH Morelos, este sitio data del periodo posclásico tardío (1200-1521), pueblo que se ubicó en una gran explanada con una vista hacia el valle del sur de Morelos y que, desarrolló un sistema de riego que le permitió producir algodón y productos derivados de esa fibra. Dicha circunstancia despertó el interés de los mexicas, quienes además de emprender la conquista de la región poniente de las cañadas de Morelos, para mayor control de las regiones y pueblos conquistados, crearon la provincia de Cuauhnáhuac, en la que quedó incluido Tlaquiltenango, así como sus doce pueblos sujetos. A los sujetos de Tlaquiltenango se les denominó, de manera genérica, como los Pueblos de los Ríos, uno de los cuales fue el hoy conocido como Las Bóvedas.
Su nombre en náhuatl es conocido como Atenango, que significa Pueblo localizado en la orilla del agua, actualmente se le conoce como Las Bóvedas y que, de acuerdo con los materiales arqueológicos encontrados, el grupo asentado tuvo un ascendente tlahuica.
Aunque actualmente la maleza, el abandono y el sismo del 19 de septiembre del 2017 dañaron sus estructuras, aún se puede observar y caminar por un complejo que, de acuerdo con las investigaciones de la arqueóloga Ledesma, constaba de un sistema de comunicación hecho por medio de calles, calzadas y escaleras. Asimismo, el poblado tenía plazas, patios y plataformas que aún se pueden visualizar, sobre las que se desplantaban templos y habitaciones elaborados con piedra caliza, material abundante en esa región.
Años después de la llegada de los españoles, en 1525, los frailes franciscanos comenzaron a visitar la región de Tlaquiltenango y fue hacia 1530 que los religiosos emprendieron la conversión de los tlahuicas de Atenango.
De acuerdo con estas investigaciones, durante un lapso de diez o doce años, los franciscanos visitaron el pueblo de Atenango y ya para el año de 1545, se habían instalado definitivamente en los palacios y plazas del asentamiento indígena.
Pocos años más tarde, ahí mismo en el pueblo de Atenango y, con la misma piedra de los basamentos prehispánicos, los frailes construyeron un pequeño conjunto conventual, que constaba de una capilla abierta, atrio, templo a dos aguas y un pequeño claustro que, afortunadamente aún se puede apreciar parcialmente de pie.
Se pueden observar aún los arranques de los arcos y las bóvedas de cañón corrido de lo que sin duda fue su sistema de cubiertas, tanto del templo como del claustro, ventanales y puertas con jambas y dinteles de pesadas piedras calizas, altos y gruesos muros, uno de ellos rematado con un gran ojo de buey de piedra. Asimismo, se aprecian las escalinatas de acceso, enmarcadas con muros bajos, así como un sistema de arcos de lo que fue un pequeño claustro. El paso de los años deja entrever la evolución de lo que fue en algún momento el techo a dos aguas del templo y que, posteriormente fue sustituido por bóvedas.
Después de casi medio siglo de labor misional de los frailes franciscanos, éstos se declararon incapaces de continuar atendiendo la vicaría de Tlaquiltenango y sus pueblos de visita, entre ellos Atenango. Fue por eso que optaron por ceder casas a las otras órdenes monásticas o bien abandonarlas.
A partir de 1570 los frailes dominicos se hicieron cargo del convento de Tlaquiltenango y desde 1574 obtuvieron la posesión de la doctrina de los naturales de Tlaquiltenango, incluido por supuesto, Atenango y, así, hasta el siglo XVIII, permanecieron los dominicos administrando las sedes, hasta que los templos de las órdenes mendicantes pasaron al clero secular.
Afortunadamente, existe interés de las autoridades del Centro INAH Morelos y sus investigadores, de las autoridades municipales, estatales y de la comunidad para rescatar Las Bóvedas (Atenango), toda vez que es uno de los pocos ejemplos en donde coexisten restos de edificaciones mesoamericanas y restos del templo religioso, en una clara integración de ambas culturas, extraordinarios ejemplos de arquitectura y parte de nuestra herencia y patrimonio cultural morelense.
Nuestra Escuela de Turismo se encuentra trabajando actualmente con las autoridades municipales y comunidades de la región para fortalecer la oferta de turismo cultural, para lograr que la zona de Tlaquiltenango y sus localidades pongan en valor sus atractivos culturales y naturales, con respeto a sus usos y costumbres, el cuidado al medio ambiente y sus tradiciones, planeando circuitos e itinerarios culturales-naturales para acercar nuestra historia a las nuevas generaciones.
TEXTO Y FOTOGRAFÍAS:
GERARDO GAMA HERNÁNDEZ.
DIRECTOR DE LA ESCUELA DE TURISMO UAEM.
FUENTE:
SUPLEMENTO CULTURAL EL TLACUACHE. CENTRO INAH MORELOS.
LA VISITA FRANCISCANA-DOMINICA DE LAS BÓVEDAS: TLAQUILTENANGO.
LAURA LEDESMA GALLEGOS.