En muchos hogares mexicanos se ha transmitido de una generación a otra la forma de poner la ofrenda para los muertos, sin embargo cada vez son más las personas (lo dicen las cifras en Google) que buscan cómo era el altar de muertos prehispánico, a fin de cumplir lo mejor posible con esta tradición en el México actual.
Antes de nombrar todos los elementos que debemos de colocar en nuestro altar de muertos, conviene recordar que esta tradición de “dar de comer” a nuestros difuntos, aunque prehispánica, se fusionó con algunos elementos de las tradiciones católicas traídas por los evangelizadores.
En resumen, mientras los mexicas, por ejemplo, realizaban largos procesos funerarios para despedirse de los muertos que incluían el lavado de cuerpos, vestimenta especial para los difuntos, incineración de los mismos y celebraciones anuales, los españoles trajeron el Día de Todos los Santos, en los que se honraban algunas reliquias (cráneos y huesos) de gente que murió en la defensa de la fe en Cristo.
Copal. Este elemento (llamado copalli en náhuatl) podría ser uno de los imprescindibles en una ofrenda actual con referencias prehispánicas dado que era usado para ahumar en los ritos funerarios. Aunque algunos usan en sus ofrendas incienso, en realidad éste no debería emplearse puesto que este elemento llegó con los españoles.
Agua. Este es un elemento que no debe faltar en las ofrendas de Día de Muertos pues el agua, considerada por los mesoamericanos como fuente de vida, se ofrecía desde entonces a las ánimas para apagar su sed tras la travesía de vuelta al mundo de los vivos. Este elemento era crucial para los aztecas, quienes creían en el Tlalocan, destino para quienes morían por causas relacionadas con el agua.
Sal. En el México prehispánico la sal era un alimento importante, hubo cuantiosas comunidades que se dedicaban a su extracción, algunas de ellas son aquellas localidades que tienen el nombre de “Salinas” o los términos “Ixtapan”. Los arqueólogos creen que se veneró a una posible diosa prehispánica de la sal en San Miguel Ixtapan, Tejupilco.
Cempasúchil. Para los aztecas, y otras culturas prehispánicas, el Cempasúchil tiene relación directa con el sol, pues de acuerdo con la mitología, fue el dios Tonatiuh quien creó la flor a partir de una joven enamorada a quien le arrojó un rayó de luz para transformarla. Por esta razón en algunos lugares se le quitan los pétalos para formar senderos que guíen a los muertos hasta la ofrenda.
Gollete. Pocos conocen el pan de muerto conocido como gollete, pero es una de las piezas esenciales a colocar dentro de una ofrenda, y a continuación explicamos por qué. Se trata de panes de forma circular cubiertos de azúcar de rosa intenso con consistencia dura y un hoyo al centro. Los golletes se colocan ensartados a las cañas para simbolizar al tzompantli (torres de cráneos).
Petate. La alfombra tejida en hojas de palma que en el mundo prehispánico se conocía como petate es de suma importancia pues era un objeto que nuestros ancestros usaban desde el primer día de vida hasta su muerte.
Ahora bien, hay elementos que se sumaron al altar de Día de Muertos que se sumaron tras los procesos de evangelización, mismos que se volvieron tradicionales, como son el mole, mandarinas, naranjas, velas de cera, etcétera.