La presión arterial es la fuerza con la que la sangre circula a través de las arterias, impulsada por los latidos del corazón. Los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIA) explican que este parámetro puede variar, lo que podría indicar problemas de salud. Es importante conocer los niveles normales y cómo identificarlos cuando se presentan como bajos o altos.
La presión arterial normal se define como 120/80 mmHg. Si la medición es inferior a estos valores, se considera presión baja o hipotensión. Este trastorno ocurre cuando la presión sistólica (el valor más alto) es menor a 90 mmHg y la diastólica (el valor más bajo) es menor a 60 mmHg. En este caso, los órganos del cuerpo no reciben suficiente sangre, lo que puede causar síntomas como mareos, desmayos o fatiga.
En cuanto a la presión elevada, se detecta cuando la presión sistólica está entre 120 y 129 mmHg, con una diastólica menor a 80 mmHg. Aunque no se considera hipertensión, es un indicativo de que la persona está en riesgo de desarrollar problemas cardiovasculares. La hipertensión o presión alta se presenta cuando la presión sistólica supera los 130 mmHg o la diastólica supera los 80 mmHg. Si no se trata, la hipertensión puede llevar a graves complicaciones como ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares, insuficiencia renal, daños oculares e incluso la muerte.
Si la presión arterial es anormal, ya sea alta o baja, es fundamental acudir a un médico para recibir orientación y tratamiento adecuado. Detectar a tiempo cualquier irregularidad puede prevenir enfermedades graves y mejorar la salud cardiovascular.