Cada tercer lunes de enero es conocido como el Blue Monday, el supuesto "día más triste del año", una fecha que genera debate y discusión en redes sociales.
Aunque este concepto ha ganado popularidad, expertos en salud mental y estudios científicos han desacreditado esta idea, señalando que su origen está más relacionado con la publicidad que con fundamentos científicos sólidos.
El término Blue Monday fue acuñado en 2005 por la agencia de viajes Sky Travel, que encargó al profesor británico Cliff Arnall, de la Universidad de Cardiff, desarrollar una fórmula matemática para identificar el día más deprimente del año.
Según Arnall, factores como el mal clima, las deudas por las compras navideñas, el tiempo transcurrido desde las festividades y la frustración por los propósitos de Año Nuevo incumplidos contribuían a la tristeza de esta fecha.
Sin embargo, el neurocientífico Dean Burnett, también de la Universidad de Cardiff, calificó esta fórmula como "pseudociencia", ya que las variables involucradas son arbitrarias e imposibles de medir de manera precisa.
El Blue Monday surgió con un propósito publicitario: Sky Travel utilizó esta "fórmula" para promocionar paquetes vacacionales, sugiriendo que unas vacaciones podían aliviar la tristeza asociada a este día.
Lo que comenzó como una estrategia de marketing se transformó en un fenómeno viral, ampliamente difundido a través de los medios y redes sociales.
Aunque la ciencia ha desmentido la existencia de un "día más triste", el concepto sigue teniendo impacto en el bienestar emocional de algunas personas.
Psicólogos advierten que la expectativa de tristeza puede generar una "profecía autocumplida", intensificando los sentimientos negativos. Durante la pandemia, este fenómeno se vio exacerbado por el aislamiento y el estrés generalizado.
A pesar de que estudios de bienestar emocional, como los de la Oficina de Estadísticas Nacionales (ONS) del Reino Unido, no respaldan la idea de un único día de tristeza, el Blue Monday continúa siendo un ejemplo de cómo la mercadotecnia puede influir en las emociones y comportamientos en nuestra sociedad hiperconectada, demostrando el poder de las ideas publicitarias para dar forma a las percepciones colectivas.