El estómago y el cerebro están conectados y su vínculo incide directamente en el bienestar.
La salud mental y la digestiva están estrechamente ligadas. Lo que ocurre a nivel emocional puede reflejarse en el aparato digestivo, y al revés. A esta interacción se le conoce como eje intestino-cerebro, y cada vez recibe mayor atención científica por su impacto en la salud.
En México y en otros países, esta conexión es cada vez más importante, especialmente ante el aumento de casos de ansiedad, depresión y síndrome de intestino irritable.
Según el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, uno de cada cuatro mexicanos padece algún trastorno mental, siendo la ansiedad y la depresión los más comunes. Por su parte, la Secretaría de Salud indica que el 70% de la población mexicana sufre molestias gastrointestinales al menos una vez al año.
Comunicación entre mente y estómago
El eje intestino-cerebro permite una comunicación constante entre el sistema nervioso y el aparato digestivo, mediante el nervio vago, neurotransmisores, hormonas y la microbiota. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) señala que el intestino posee cerca de 100 millones de neuronas, por lo que se le conoce como el “segundo cerebro”.
Durante episodios de estrés, el cerebro libera hormonas como el cortisol, que alteran la función intestinal y causan síntomas como dolor, inflamación, náuseas, diarrea o estreñimiento. Del mismo modo, un desequilibrio en el intestino puede empeorar la ansiedad o favorecer la depresión.
Un artículo de Nature Reviews Gastroenterology & Hepatology publicado en 2022 indica que quienes padecen trastornos mentales tienen hasta un 60% más de riesgo de desarrollar enfermedades gastrointestinales funcionales como el síndrome de intestino irritable (SII). A su vez, las personas con este padecimiento presentan tasas más elevadas de ansiedad y depresión que el promedio.
Panorama en México
En el país, el SII afecta al menos al 16% de los adultos, de acuerdo con el Colegio de Gastroenterología de México. Este padecimiento se caracteriza por dolor frecuente, alteraciones en el tránsito intestinal y sensación de evacuación incompleta, muchas veces relacionado con factores emocionales.
Los síntomas suelen agravarse en momentos de presión laboral, conflictos personales o pérdidas familiares. Asimismo, la ansiedad se ha vinculado con la aparición de gastritis y reflujo, ya que favorece la producción de ácido gástrico, lo que daña la mucosa estomacal y produce acidez, ardor y dolor, explica el doctor Raúl Morón, especialista del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán.
Microbiota: pieza clave
La microbiota intestinal —conjunto de microorganismos en el tracto digestivo— ha cobrado relevancia en investigaciones sobre salud emocional. Un desbalance en estas bacterias, conocido como disbiosis, puede interferir en la producción de neurotransmisores como serotonina, dopamina y GABA, claves en la regulación del estado de ánimo.
Se estima que más del 90% de la serotonina se genera en el intestino. Si hay alteraciones en la microbiota, esta producción disminuye y se incrementa el riesgo de sufrir depresión. Por eso, algunos tratamientos incluyen el uso de probióticos o “psicobióticos”, bacterias benéficas que ayudan a mejorar esta comunicación entre intestino y cerebro.
Hábitos que ayudan
Tanto el equilibrio mental como el digestivo pueden mejorar con cambios en el estilo de vida. Una dieta rica en fibra, frutas, verduras y alimentos fermentados ayuda a mantener una microbiota saludable, lo que a su vez favorece el estado emocional.
Además, el ejercicio físico mejora la motilidad intestinal y reduce el estrés. La meditación, el yoga y las técnicas de respiración consciente también son herramientas útiles para relajar tanto la mente como el cuerpo.
Un estudio de la Universidad de Harvard demostró que quienes practican meditación diaria reducen hasta un 38% los síntomas de ansiedad y un 31% los digestivos.
Un enfoque integral
Especialistas coinciden en que se debe abordar la salud desde una perspectiva completa. La psiquiatra Ana Gómez, del Hospital General de México, señala que “no se puede tratar el intestino sin considerar el estado emocional, ni tratar lo mental sin observar el aparato digestivo”.
La terapia psicológica puede ser tan relevante como el uso de medicamentos en casos de padecimientos gastrointestinales funcionales. Por ello, los expertos recomiendan incluir el cuidado de la salud mental en los servicios básicos de atención y promover campañas que impulsen tanto una alimentación equilibrada como el cuidado emocional.