los dueños de tortillerías y pequeños molinos de nixtamal se convirtieron en empleados de Maseca a través de su filial “La Casa del Maíz”. Eso por un lado; en el otro, la incursión de productores de tortilla en la región oriente y luego en la zona sur, procedentes del estado de Puebla. Si aquí el kilo costaba 10 pesos, el costo de 8 impuesto por aquéllos llevaba a la quiebra a los morelenses.
En suma, la industria de la masa y tortilla en Morelos además de desorganizada se encuentra en constante crisis. Cada vez más, Maseca a través de “La Casa del Maíz” atrapa endeudados industriales que aceptan continuar en el negocio en calidad de socios pero en funciones reales de empleados. Terminan por dejar el trabajo. Morelos, dicen, fue el primer estado que permitió la entrada del consorcio sin medir consecuencias, porque los permisos son municipales y estatales. No hubo una autoridad que midiera el impacto de la libre competencia entre un auténtico tiburón y, con todo respeto, las sardinas que han mantenido el servicio. Podría decirse que los productores de la tortilla locales son unos verdaderos gladiadores, más aquellos que conservan el apellido y la tradición frente a adversarios que, siempre, van a vencerlos.
Por ello, el comentario amplio de Juan Ignacio Suárez Huape, del Observatorio por la Transparencia, debe ir más allá de la intervención del senador Graco Ramírez que, dicho sea de paso, hace lo que debe y por lo que se le paga, no es ninguna gracia o concesión. Sin embargo, en terrenos políticos, la tarea de Graco debe ir más allá de la consecución de un subsidio que alivia pero no es la solución. El tema va mucho más allá. Es darle equilibrio a la industria con la competencia leal que lleve, finalmente, el beneficio a la sociedad. Las viejas normas en el control de los precios funcionaban. La Secretaría de Comercio, entonces, manejaba férreamente los precios de productos básicos. La tortilla se veía en la discusión anual sobre cuánto se hacía a nivel nacional y estatal, existía el manejo del maíz de Conasupo. Al terminar con estas dependencias, el pueblo entró en un absoluto estado de indefensión. Éste es un caso.
Morelos carece de la capacidad en sus productores de maíz para el manejo del solo producto estatal en molinos de nixtamal. Existen productores con un mercado histórico, que no va a dejar de estar, incluido el autoconsumo. Pero el maíz que se industrializa en Morelos que nada tenga que ver con Maseca y sus “Casas del Maíz”, lo trae una sola persona de alguna entidad norteña con domicilio fiscal al parecer en Monterrey, Nuevo León. Éste hace las funciones (claro, sin aquellos beneficios) de Conasupo. Por ello, la fotografía donde se anunciaba lo del apoyo a los productores, no sabemos si son los dueños del maíz del norte, son los locales y sólo sirvió de escenografía.
El tema de fondo es que para beneficiar a la sociedad sin que se incremente el precio de la tortilla, el gobierno debe entrarle en varias líneas. Una de ellas fundamental es apoyar a los industriales de la masa y tortilla morelenses; otra, inspeccionar que la competencia de los consorcios sea riguroso, y una más, retomar desde la federación aquella tendencia nunca populista de salvar industrias vitales para la alimentación de los mexicanos, como lo es la tortilla, sin alguna duda el más básico de los productos de la canasta familiar. Ésa sí sería una tarea que legisladores preocupados debieran hacer. Ahí está. Lo demás, es nota de impacto, foto, sucesión 2012 y ya.