Hoy, el obligado sería la garantía de seguridad para todo el público, no el recuento de los muertos que Morelos aporta este año –como 350-- para la escandalosa y escalofriante cifra nacional —casi 30 mil en 4 años—, lo que en porcentaje sería mínimo. Más no es concurso que distinga. El hecho es que a nuestro estado lo inscribieron en los primeros sitios del mapa mexicano determinados hechos de impacto mediático. De pronto éramos el Medellín colombiano de los 90 con Pablo Escobar saltando azoteas hasta caer abatido y no Arturo Beltrán Leyva, masacrado en la puerta de su apartamento de lujo en Cuernavaca.
Sucesos de toda índole resultan de menor cuantía ante la realidad del crimen organizado y la cercanía del proceso electoral del 2012. Son vanos los boletines institucionales sobre obra pública, educación, medio ambiente, cuando la nota roja escandalosa que trata vestirse de pureza en blanco acapara la atención. Lo señalábamos ayer en el informe de la Contraloría que trató de ser espectacular y ni siquiera justificó el presupuesto que gastan en salarios de sus empleados. Y nadie va a tener confianza ni a creer si son evidentes los actos de corrupción que tuvo Javier López Sánchez en Comunicación Social o Joel Juárez Guadarrama en Seguridad Pública y en Educación, aparte del mismo Jorge Hinojosa Martínez que lo separaron de CEAMA por sus actos deshonestos. ¿Quién va a creer?
Además en los últimos siete años, en administraciones emanadas del PAN, hubo cinco funcionarios policiacos involucrados con la delincuencia organizada y no se ha probado nada en contra: Alberto Pliego Fuentes, jefe de la judicial en el sexenio de Sergio Estrada Cajigal Ramírez, que murió en prisión; José Agustín Montiel López y Raúl Cortés Galindo, director y subdirector de la misma corporación en aquella administración, recluidos en el penal federal del Altiplano –antes La Palma de Almoloya— por coludirse con cárteles de la droga. Todos éstos eran ligados al Cártel de Juárez de los hermanos Carrillo Fuentes. Ahora, están presos en prisiones federales Luis Ángel Cabeza de Vaca, secretario de Seguridad Pública en ambas administraciones blanquiazules; el secretario en Cuernavaca Francisco Sánchez González, pupilo de Cabeza de Vaca, y el comandante de la ministerial Salvador Pintado; a los tres les siguen procesos y uno de ellos, Luis Ángel, fue liberado y de inmediato recapturado, arraigado y de nuevo en litigio desde la cárcel. A ellos los relacionan con los Beltrán Leyva.
¿Alguna razón por presumir que la seguridad pública está garantizada?
El caso de la política entra en los terrenos de la efervescencia y es obvio que cómo jalen en el concierto nacional aquí se verán reacciones. Las condiciones indican que antes de conocer qué suceda en los vecinos Estado de México y Guerrero, aquí se afilan los cuchillos, se realizan danzas rituales para la guerra y hacen “su roncha” los involucrados para contar con la materia y el material necesario para la hora de la hora. Por ello, las campañas cotidianas en contra de determinado político marcan el nivel de los miedos o de la adrenalina de quienes encabezan esa estrategia. Más claro ni el agua: al presidente de Cuernavaca, Manuel Martínez Garrigós, lo tienen en la mira hace meses, y sucede porque no despunta otro priista que se asome públicamente y encare al adversario. Es un modelo de ataque que no ha funcionado de acuerdo con el presupuesto asignado (consideraban hace cuatro meses tener casi en liquidación a MMG) por los grupos de interés involucrados en ese proyecto.
Naturalmente, los gobiernos deben estar expuestos a la lupa de la sociedad y los medios, informar de ello. Pero bien decía un colega avezado ayer mismo: siempre y no cayendo en la banalidad de lo cotidiano, cuando hay mucho fondo por explorar y sacar tesoros. Se aplica.
Ahora, antes que se agote este año tendremos a la vista a los diversos actores que van a competir políticamente el año siguiente en la elecciones de todo, desde gobernador hasta el último regidor, pasando por diputados federales, locales y la propia presidencia de la república –donde a Morelos nunca se le ha siquiera pedido una opinión--. Pero en lo demás, sí. En juego no está toda la baraja que mencionamos que es abrumadora, sino lo que harán quienes ganen para garantizar que Morelos regrese a sus años de auge económico gracias al turismo y la industria, que volvamos a presumir abiertamente nuestras riquezas naturales, que se luzca la sonrisa plena de una sociedad noble y buena anfitriona, a que sus calles reflejen la tranquilidad que nos acostumbramos. Los que quieran tendrán que hacer propuestas que animen al elector y no podrán ofrecer más que verdades en el tema que todos van a hacer: ¿Seguiremos con los crímenes diarios, con la presencia de grupos armados de la delincuencia organizada? ¿Qué van a hacer?
Ojalá no recurran al “Manual Pérez Soria—Iragorri Durán” que en sus brillantes líneas –chance y se pasaron de éstas— dijeron que “tenían los tamaños para sentarse a negociar con la maña, y los priistas no”. Si lo dijeron, sería por algo. La cosa es que perdieron y, quizá, ahora sí se requieran sus servicios.
Y bueno, recurrimos a un rubro socorrido en este espacio: la historia. Cuando Lauro Ortega estaba en campaña se le acercaron directo o a través de cercanos, personajes que deseaban mantener intacto su manejo de arribo y abastecimiento de aeronaves procedentes de América del Sur en la zona oriente, por los rumbos de Amilcingo, Temoac y Huazulco. Todo lo vigilaban policías federales, eran vigías y parte del negocio. Cómo pudo, los evadió hasta que había que tomar decisiones. Un general apellidado Poblano, al parecer se llamaba Román, era de los más interesados; otro, Rafael Aguilar Guajardo, los seis años anteriores comandante de la Dirección Federal de Seguridad, entonces un brazo, motor, piernas y corazón del narco en México. Don Lauro le dijo al militar que, de favor, realizaran sus operaciones en otra geografía que no fuera la morelense, porque lo obligarían a actuar. El militar quiso hablar fuerte y don Lauro le dijo que no había problemas, que tenía capacidad de respuesta y para pronto. Otros tiempos, otras condiciones, político de espolones.
Los aviones no bajaron en la zona un tiempo, sólo tres años después descendían, ya venían de dejar su carga y necesitaban combustible, sólo que traían otros productos que pronto fueron negocio: fayuca. Y si registramos nuestra historia reciente –los últimos 25-30 años—, los primeros vendedores de estos artículos venían, precisamente, de esos poblados de la región oriente. Hubo otro asunto grave, el del piloto Robert Nelson Reed, atrapado en el aeródromo de Tequesquitengo, recluido en la peni de Atlacomulco y salvajemente asesinado por razones que, hoy mismo, no se esclarecen luego de 25 años. Ésa es otra historia…