Este cruce de militantes de un partido hacia otro, en esto que se ha llamado trapecismo, empezamos a encontrar una señal de que los partidos actuales han llegado a su fin. Lo más probable es que ninguno de los partidos ni de izquierda, ni de centro, ni de derecha conserven las ideologías originales. Se ha visto que se trata del poder por el poder mismo y los dulces que trae consigo el ejercicio de este. No se trata ya de encabezar una causa o de un plan de gobierno ni nada que se parezca a las antiguas concepciones de los partidos políticos.¿Qué son los partidos actuales? Esta es la pregunta que nos debemos hacer con mucho detenimiento. Tomando en cuenta que las legislaturas le han dado todo el poder, en ausencia de posibles candidaturas ciudadanas, en la ausencia de grupos independientes o de organizaciones no gubernamentales que pudieran competir por el poder con algún esbozo de filosofía social que quisieran utilizar para reemplazar lo existente, los partidos políticos están muy contentos repartiéndose el poder. Gozan de prerrogativas que les da la Constitución a través del Instituto Federal Electoral y al mismo tiempo se vuelve un juego de alianzas y contra alianzas en las Cámaras Legislativas.
Hemos visto también el interés de algunos personajes políticos de participar en la elección, lo vimos en Guerrero en donde se confrontaron Marcelo Ebrard, Enrique Peña Nieto y también Manlio Fabio Beltrones. Se vuelve a ver en Baja California en donde nuevamente hace presencia el Gobernador del Estado de México tratando de encontrar aliados para su causa. Este juego de tres bandas trata de alinear electores en los distintos estados de la República, también es un signo de falta de espacios políticos. Porque fuera de los que están considerados por los partidos no existe posibilidad alguna de lograr una candidatura y menos aún de ganar una elección.
Es un juego de las apariencias, los partidos y los políticos de izquierda no quieren aparecer de izquierda, los de derecha no quieren aparecer de derecha y todos tratan de llegar a un claro centrismo. Recordamos cuando el Presidente López Mateos había tenido algunas posiciones izquierdistas y fue interrogado por un periodista que le preguntó ¿es usted de izquierda? A lo que él le contesto, “sí dentro de la Constitución”. Si vemos con cuidado la Constitución encontramos que no hay una posición de izquierda o derecha dentro de la Constitución, fue una salida que en su momento fue hábil, pero que retrata las inconsistencias del sistema. Luego ha habido presidentes que tienen discurso de izquierda y acciones de derecha.
Nadie quiere tomar una posición fija dentro de la política nacional porque la posición ideológica tiene que variar de acuerdo a las circunstancias. Hasta había un chiste en una época de un Presidente que tenía un discurso de izquierda y el chiste popular decía que: “le decía a su chofer señala para la izquierda, pero date la vuelta a la derecha”. Es decir, es el juego de las apariencias que ha llegado al punto de que en estos momentos no existe ninguna ideología que defiendan ni los partidos políticos ni los posibles gobernantes. Sería conveniente para la salud política del país que alguien que deja un partido no pudiera en un término, digamos de dos años, tener una candidatura del nuevo partido al que se adhiere o legalizar las candidaturas ciudadanas. De esa manera no seria la inmediatez de la candidatura sino daría tiempo a que se fueran formando conceptos ideológicos que definan a los partidos, lo que en estos momentos ya no existe.
Si hacemos un análisis de nuestros procesos e instituciones electorales, vemos en comparación con otros países que nuestro sistema es carísimo porque se subsidian los partidos, se subsidia todo el proceso para evitar que fuera del gobierno nadie pueda utilizar recursos para promover algún candidato o algún partido. Esto es realmente único en el mundo, ese celo que trata de mantener un sistema electoral casi puro, contrasta con las prácticas electorales, la compra del voto, la participación de gobernantes en los procesos de campaña, en fin todo este autoengaño viene a hacer de nuestro país un país de apariencias.