México es, lastimosamente, referencia mundial y dígase lo que se diga, al presidente Calderón y su gobierno les ha tocado vivir la peor etapa, sufren el desgaste y sólo las burbujas de poder en gobiernos federal y estatal emanados del PAN creen que transitan por el momento más sólido de su mandato. Que valen poco los números. ¡No! Este movimiento rebasó cualquier expectativa del gobierno federal, del gobierno de Morelos (tierra de origen del asunto en particular, como el tequila lo es de Jalisco) y sí importa el número: 300 mil en la plancha y las inmediaciones del zócalo capitalino, 34 ciudades importantes del país marchando en sus localidades, casi en 20 países, metrópolis como Washington, Madrid, París, Londres, Amsterdam, Barcelona, Nueva York, Buenos Aires, Río de Janeiro.
La proclama de “No + Sangre”, del maestro Rius se ha convertido en ícono mundial de acuerdo a lo visto en imágenes de agencias internacionales. ¿Esto es irrelevante, ciudadanos marchando y la preocupada solidaridad mundial?
Cualquier réplica a temas tan sensibles, a demostraciones sociales contundentes, deben ser igual de convincentes cuanto sensibles. La introducción del discurso presidencial fue forzada, no se sentía convicción en las palabras de Calderón, como fue evidente en énfasis cuando inició los incisos de razones de ambas partes. Ante los hechos, las casi 40 mil muertes, preguntamos: ¿Puede un gobierno pararse en igualdad de fuerzas con la sociedad activa y en las calles? No se observa aceptación oficial a la realidad, se siente el enojo desde la comodidad del impresionante aparato de seguridad que tienen los gobernantes.
Para pronto: no está parejo “el tiro”. Si bien la autoridad puede o demuestra su fuerza con la cada vez menor aceptación de la gente, éstos a través de varios cientos de miles consignan lo que muchos no lo hacen en esta vía, arrebata puntos y obtiene una contundente victoria social aun partiendo del dolor.
Mal hará el gobierno si minimiza la que ha sido una movilización natural a partir de un crimen sucedido en Morelos que retrata los miles que se han dado en el territorio nacional. Aquí si no son números que cuadren sino acciones que despierten. El Factor Sicilia, que parte de un profundo dolor que quienes lo hemos experimentado no sólo comprendemos sino alentamos, va más allá del poeta y escritor. El detonó el sentimiento general. Ya vemos a Javier, cansado pero seguramente satisfecho, ya imaginamos su entorno, tratando de evitar que los cantos de las sirenas trastoquen lo que ha sido uno de los movimientos más legítimos en los tiempos modernos del país, el más representativo a nivel mundial a partir de múltiples tragedias.
México está en los ojos del mundo, no en las condiciones de sus bondades naturales y tantísimos atractivos. Para la gente de otros lados somos un estado de guerra, una aventura peligrosa siquiera pensar en visitarnos. Nunca como en estos últimos años el pánico justificado de muchos que aquí estamos se había extendido a otros países. Todo eso nos parte. Los gobiernos no pueden reclamar, menos regañar al ciudadano que protesta por mejores condiciones de vida. La batalla contra el crimen organizado la han perdido ellos, las autoridades en el campo, pero en los hechos quienes lo resienten es la sociedad que no le solicitan opinión y aporta a las víctimas.
Cualquier expresión de funcionarios al máximo nivel penetra siquiera como una posibilidad de revisar su contenido. Perdida la credibilidad, abrumados por la contundencia de los resultados adversos, endurecidos los rostros y buscando simular en la superficie un sentimiento inexistente, dirán lo que deseen, pero el público en la saña comienza a retirarse, no es tedio, se parece a la molestia pero no oculta su dimensión: es hartazgo. ¡Sí, la sociedad está harta!
¿Qué intentarán hacer desde el gobierno para debilitar una movilización genuina, de gente que por sus medios, quiso eliminarse el miedo?
Los ojos del mundo se posan sobre México, es una de las defensas, pero la historia indica que cuando entra la desesperación y se tiranizan los que están al frente, el peligro campea. Lo único que queda es la mesura de la contundencia ante los hechos. Y seguir andando…