El que escribe no ha sido un frecuente testigo de los actos del jefe del Ejecutivo. Hemos acudido solamente a dos en estos casi cinco años, ambos relacionados con el agua y el medio ambiente y en ellos observamos los afanes del hijo de don Fru (célebre dueño de la famosa La Cordobesa y padre de los Adame) por mejorar las condiciones en ese importante rubro. Lo hemos consignado porque conocemos del tema y lo vivimos a través de un gran amigo que recibe los beneficios de mejor agua y mejor aire en un paraíso que tiene ribera abajo de Chapultepec, en el nacimiento del río Apatlaco.
Los discursos del gobernador Adame en un lapso de meses a partir del arranque de los trabajos y la consolidación de la primera etapa, las menciones insistentes son “para nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, los que siguen en la cadena”. ¿Quién no quiere que los que nos siguen gocen del agua, el aire y el ambiente que tuvimos nosotros hace algunos años? Claro que se han perdido con el crecimiento anárquico de las ciudades en la zona conurbada de Cuernavaca. Igual en Jojutla o Cuautla. El caso específico del Parque Chapultepec, exuberante, bello y con emisiones de inolvidables recuerdos para los morelenses que pudimos disfrutarlo a plenitud con su poza gigantesca y su árbol muerto y hueco que servía como trampolín a Los Yacos o a Benny para capturar las monedas que los visitantes lanzaban al agua. Caminar sobre al arroyuelo, toparse con el mono Johny que al oler del miedo se le aventaba a los chavitos y subir a mojar los pies y remojarse con calzoncillos –qué traje de baño ni que nada— en el apantle de la parte superior y su agua friísima, que “El Jefe” y sus amigos presumían que helaban las cervezas y el “tequis”.
Esta última ocasión, hace cuatro días, llegamos con tiempo para recorrer Chapultepec y regresar con los recuerdos. Tiene el encanto que nos llevaba a cada semana caminar desde el centro por la avenida Cuauhtémoc hasta allá y regresar de la misma forma, todos mojados y completamente secos a la vivienda, sin huellas de la fugaz aventura.
Escuchamos una vez a Adame, que si bien se le da el discurso engolado y bien armado, estas dos únicas ocasiones que hemos sido parte de la concurrencia, nos convenció. Sí, el agua y el medio ambiente son vitales, su administración le ha dado prioridad, los asistentes lo percibían con el sonido perfecto, conciliador, de paz plena, de la caída de agua en la cascada recién hecha. La primera vez pidió se guardaran unos segundos de silencio para apreciar ese sutil y tranquilizador sonido. Lo sentimos. Esta vez acudíamos a dejar de escuchar a los que nos rodeaban, sino a cerrar momentáneamente los ojos y sentir el poderoso y revitalizador sonido del agua cayendo.
El que hace esta columna no es un ecologista inscrito en alguna organización o tareas proselitistas con ello. ¡No! Es herencia de un padre que cuando se tiraba un árbol porque se iba a construir lo que fuera, trinaba y duraba días con la molestia. Dio la orden a sus hijos que nadie se atreviera a destruir un árbol o un racimo de bambú sin tener una razón poderosa. Tenemos fijo cuando se hacia la calle Benito Juárez en Jiutepec y los vecinos hacían lo imposible por tomar parte del trazo de la calle sin importarles que sus banquetas fueran de centímetros, como se encuentran. Ordenó que dejaran dos metros para la banqueta y se hiciera un redondel para salvar un árbol que miraba hacia la acera. A pesar que es hoy una pequeña placita, queda el trazo de los dos metros de banqueta, única en la que debe ser la calle más importante de la cabecera municipal junto con Insurgentes. Esto sólo como referencia. “Son tan prodigiosas estas tierras, que si entierras un perro, le salen flores”, solía decir el gran Jara. “Por ello hay que cuidarla”, remataba.
Sin un conocimiento primario de la cosa ecológica pero con enseñanzas prácticas desde chamaco, las dos visitas a Chapultepec a eventos presididos por el gobernador Marco Adame, todavía con un funcionamiento estándar de la retentiva, dejamos para que este fin de semana se pintara de verde y se escuchara el correr del agua.
Todo lo anterior, le indica al columnista que la vorágine de acontecimientos, la prioridad mediática que es la dura guerra contra la delincuencia organizada, hace ver pequeños o pierde por completo tareas que nos deben ocupar –porque preocupados ya estamos— en transmitir a los que nos suceden, la vital importancia de cuidar el agua, la tierra y el medio ambiente. De ahí que no sabemos cuándo, pero tendrá que darse un valor a lo que se hace bien, y las dos salidas de nuestra “cueva” para estar en actos de gobierno, se han dado en un marco que debe sintetizarse al sonido armonioso que amaina a la paz del agua en Chapultepec. Y a Adame habrá los que le coloquen la palomita de aprobación.