Los dos cuerpos desmembrados a una cuadra del zócalo de Jiutepec horas antes de que rindiera su segundo informe de gobierno Miguel Ángel Rabadán es una prueba palpable de que llevan su calendario y, obviamente, su mensaje particular. Había que tomar esta escalofriante acción en el momento determinado. Lo que vivimos los morelenses de aparente calma unos cuantos meses parece una ilusión. La realidad, clara y contundente, se vive de nuevo en las calles. La petición del diputado Jorge Arizmendi García llegó incluso a ofender oídos castos, pero aunque Morelos está lejano a los lugares rojos como Michoacán, Guerrero, Veracruz, Coahuila o Nuevo León, las distancias se acortan cuando la violencia es constante.
Es una llamada a tiempo del diputado Arizmendi, ninguna necesidad de ir al extremo. La sociedad comienza a percibirlo: existe una tensa calma, y lo menos que debemos hacer es exagerar. ¿Quién va a querer que en su casa, con sus familiares, la información predomine en ejecutados con saña inaudita, con mensajes rústicos dignos de atemorizar a los más bravos? Ante esta, repetimos, realidad punzante, además de rezar, lo que queda es que los cuerpos policiacos de todos los niveles cumplan con su trabajo.
Triste, grave y contundente: Morelos se encuentra en el “mapa rojo” de alta criminalidad del país. Y eso no lo resuelven centenas de consejos nacionales de seguridad y mucho menos las buenas intenciones.
Informes
La costumbre de rendir cuentas es una obligación constitucional que ha perdido aquel sentido institucional y respetuoso que hacía esperado el evento para la sociedad local y estatal. El cambio de condiciones políticas y la indiferencia de la sociedad lo ha convertido en un acto más, sólo de referencia para la prensa y presunto escarnio en aquellos con los que no están bien los términos (o para que nos entendamos en buenos acuerdos).
Ni a quién le interesen los informes en la generalidad, pero hay un número menor acucioso que revisa los detalles, lo que también es bueno. Hay los presidentes o Ayuntamientos que no tienen qué informar, pero con lo que se diga otros tienen qué decirle a sus representados. Observamos la lejanía de ciudades capitales como Cuernavaca de otras en el país que son realmente bellas. Sin ir al extremo de comparaciones con destinos turísticos como Cancún, donde la zona hotelera parece más propiedad de los dueños de estos negocios que del municipio, Cuernavaca tiene otro rostro, no sólo maquillaje. Una vista más que honrosa es la llegada a Cuernavaca desde la Ciudad de México, con una Paloma de la Paz del reconocido maestro –y amigo de todos, muy querido--Víctor Manuel Contreras. Hoy, este ícono de la entidad guarda el respeto que siempre tuvimos que darle los morelenses.
¿Por qué no atreverse a generarle a Cuernavaca infraestructura que la acerque cuando menos a las grandes capitales de los estados grandes del país? Vale la pena el riesgo. Si Cuernavaca la hemos presumido desde siempre por sus bondades naturales, por qué no invertirle. Ésa es una de las razones que distinguen a una persona de otra, a un presidente municipal de otro, a una Cuernavaca de otra. Morelos es un referente histórico de la nación y es al mismo tiempo dueño de una leyenda desagradable, porque faltan además de figuras de identidad, malas historias que no son todas reales.
Dentro del rescate de la figura histórica de esta entidad gracias a sus bondades naturales (que las conservamos pese a balas, a malas administraciones, a improvisaciones de la política), habrá que ir más allá de quedar bien con la gente del poder-poder en México. Una Cuernavaca digna, bonita, a la par de como la retrata el maestro Pedro Alberto Cuernavaca, cuando dice: “Nunca has estado tan bella, Cuernavaca”.
Además de cumplir con informar, que hagan el trabajo, aunque el frente financiado para que las cosas se observen de negro, sigan con su tarea. No pasa nada.