El proceso normal de envejecimiento individual, produce disminución de un 25 hasta un 30% de las células que componen los diferentes órganos y sistemas del ser humano, lo que se traduce en disminución de la función cumplida por ese órgano y sistema. En la vejez, por ejemplo, aumenta el umbral del dolor, cambia la regulación de la temperatura y el balance hidroelectrolítico, se modifican los mecanismos compensatorios como taquicardia. Las personas adultas mayores a los 80 años, aún en los mejores sistemas de salud, pueden presentar hasta tres enfermedades crónicas. De este modo la co-morbilidad, en el grupo de adultos mayores, dificulta establecer diferencia entre el grupo de sanos o enfermos, dado que en su gran mayoría las personas mayores presentaran alguna enfermedad crónica o degenerativa. Lo que en realidad marcara la diferencia es si esta enfermedad u otra condición física, psíquica o social a favorecido el estado de salud funcional. Es así como una de las primeras manifestaciones de enfermedades en el adulto mayor se produce a través de alteraciones de la funcionalidad. Esta se constituye, en el signo de alerta más importante. De aquí la importancia fundamental de la medición permanente de la funcionalidad en el adulto mayor. Ahora bien, ¿qué es funcionabilidad? La independencia funcional o funcionalidad no es otra cosa que la capacidad de cumplir o realizar determinadas acciones, actividades o tareas requeridas en el diario vivir. La definición formula que, desde una perspectiva funcional, “el anciano sano” es aquel capaz de enfrentar el proceso de cambio con un nivel adecuado de adaptabilidad funcional y satisfacción personal”. La pérdida de funcionalidad se puede detectar clínicamente por la pérdida de autonomía y aparición de dependencia que, poco a poco, van a limitar la calidad de vida de las personas mayores. Además cada tipo de enfermedad origina un tipo específico de pérdida funcional: cada enfermedad afecta a un grupo concreto de actividades.
Esta pérdida de la independencia y autonomía afecta inicialmente a las actividades complejas (por ejemplo desplazamientos fuera del hogar), pero si se mantiene en el tiempo y no se actúa sobre ella, progresa y llega a afectar la independencia y autonomía para actividades básicas de la vida diaria que afectan al autocuidado: levantarse, lavarse, vestirse, comer y desplazamientos dentro del hogar.
Factores de riesgo de perder la funcionalidad
Por factor de riesgo se entiende “aquella característica innata o adquirida del individuo que se asocia con una probabilidad de fallecer o de padecer una determinada enfermedad o condición”. La población considerada sana, pero que presenta alguno de los llamados “factores de riesgo”, va a tener mayor probabilidad de desarrollar la enfermedad o condición en el curso de los años siguiente.
La capacidad funcional de un individuo puede verse alterada, generalmente disminuida, por variados factores de riesgo.
Entre ellos se escogieron las enfermedades crónicas, las que por sí solas constituyen un factor de riesgo, es decir ellas aumentan las probabilidades del adulto mayor de perder la capacidad de funcionar por si solo en la vida cotidiana y de morir.
Además, implican la posibilidad de producir otros procesos riesgosos debido a las complicaciones asociadas a ellas. Se consideraron las enfermedades siguientes: hipertensión arterial, diabetes mellitus, dislepidemias, cardiopatía coronaria e insuficiencia cardíaca, Accidente vascular transitorio, artritis y artrosis, osteoporosis.
Hay datos consistentes para considerar factores de riesgo de discapacidad a los denominados síndromes geriátricos. Se consideraron los siguientes: caídas, pérdida del equilibrio, mareos, inestabilidad al caminar, incontinencia urinaria, déficit sensoriales: vista y audición, deformidades en los pies, entre otros.
Factores predictivos del mantenimiento de la funcionalidad
Al estudiar un conjunto de sujetos a lo largo de un período de tiempo, se descubren mediante cálculos estadísticos los factores asociados a un envejecer saludable y conservando al máximo posible las capacidades físicas y mentales. Estos son los llamados factores protectores, es decir, aquellos que aumentan la probabilidad de mantenerse saludable y en posesión de las capacidades físicas y mentales.
En 1997 se propone el concepto de envejecimiento exitoso. Este es un concepto multidimensional que en una primera aproximación incluyó: evitar la enfermedad y la discapacidad y mantener un alto funcionamiento físico y mental. Los resultados de la investigación les permite detectar factores de riesgo y protectores, ambos de índole predictiva.
En general, los factores de riesgo de perder funcionalidad física son los niveles alterados de glucosa y lípidos, la obesidad y la hipertensión a lo que los factores protectores que pueden contrarrestar dichos riesgos son los hábitos alimentarios y la actividad física.
Los predictores del buen funcionamiento cognitivo evaluado con test neuropsicológico de lenguaje, memoria no verbal, memoria verbal, conceptualización y habilidades especiales – son: a) el nivel educacional, que es el mejor protector contra la reducción de la función cognitiva, b) la actividad física, y c) la percepción de autoeficacia, definida como la creencia en la capacidad de organizar y ejecutar los cursos de acción requeridos para tratar con una situación determinada.
Los predictores del mantenimiento de un buen funcionamiento físico evaluados por movilidad de manos y piernas, por equilibrio y marcha - los categorizan en dos: unos relativos a las características del individuo, siendo los predictores de riesgo: ser viejo y con ingreso escaso, ser obeso y ser hipertenso. Los otros relativos a formas de comportamiento, siendo los predictores de mantener el buen funcionamiento: el realizar actividades productivas, no necesariamente generadoras de ingreso sino que sean consideradas socialmente valiosas, relacionarse con otros intercambiando apoyo emocional y hacer a lo menos un nivel moderado de ejercicio físico.
Un factor protector adicional es el modo de respuesta al estrés. Afirmando que los adultos mayores, si se los estudia en forma continua, se les vera moverse entrando y saliendo de lo exitoso, así como las personas saludables pueden entrar y salir de las enfermedades. En otras palabras, ya que es usual que se produzcan episodios estresantes, lo más importante es mejorar ciento por ciento, la capacidad de las personas adultas mayores para enfrentarlos.
Resumiendo, los siete factores considerados protectores son: el nivel educacional; cuatro modalidades de comportamiento, a saber: el ejercicio mental y físico, los hábitos alimentarios, realización de actividades significativas con qué ocupar el tiempo y las relaciones que se mantienen con otros intercambiando apoyo afectivo; y la posesión de dos atributos psicosociales: la percepción de autoeficacia y la capacidad de enfrentar las situaciones estresantes, de modo que ellas tengan el menor impacto posible en el nivel de bienestar y en la capacidad de desempeñar por sí mismo las actividades de la vida diaria.