Sabemos de los cambios en la fecundidad, la mortalidad y en la estructura demográfica en México, así como la desigual distribución espacial del envejecimiento de la población en todo el territorio nacional. Además, tenemos los muchos escenarios posibles del envejecimiento demográfico con sus repercusiones socieconómicas y asistenciales.
Sabemos también, que el proceso de envejecimiento demográfico, es un fenómeno universal sin precedentes, cuyas repercusiones sociales, políticas y económicas, estamos apenas, empezando a conocer. Los expertos dicen que el mayor crecimiento del envejecimiento de la población para el siglo XXI lo experimentarán los países en desarrollo, como México, lo que agravará la compleja situación de pobreza y marginación que viven muchísimas personas adultas mayores.
La situación real es que todo apunta, a que este fenómeno, se convertirá en uno de los mayores problemas estructurales de la humanidad en este siglo.
Desde los años setentas, y hasta el año 2000, México ha sido uno de los países en desarrollo que más ha experimentado una acelerada transición demográfica, lo que ha permitido que, al 2010, existan más de 10.5 millones de personas mayores de 60 años y más.
Hoy en día, el promedio de hijos por mujer es de 2.9 y continuará disminuyendo. Con la expansión de las coberturas médicas, el Seguro Popular, el avance de las nuevas tecnologías, el descenso de la mortalidad, ha propiciado un aumento de la esperanza de vida al nacer en México, y actualmente las personas viven hasta los 80 años en promedio. En algunos estados de la República, como Guerrero, Oaxaca y Chiapas, la esperanza de vida es menor.
La migración ha precipitado el avance del envejecimiento demográfico de las regiones rurales deprimidas.
Y pues, uno de los efectos más importantes de la transición demográfica en México, ha sido el cambio en la estructura por edades de la población, debido al aumento considerable del peso relativo de las personas adultas mayores y la disminución del peso de los jóvenes, lo que ha provocado un avance del envejecimiento demográfico absoluto y relativo.
Hoy día se calcula que más del 60% de la población mayor del mundo vive en las regiones menos desarrolladas. El problema se agrava si tenemos en cuenta que buena parte de la población total absoluta envejecida se concentra en las zonas urbanas, sobre todo en las grandes metrópolis que no reúnen las mínimas condiciones de habitabilidad para estos ciudadanos. Tan sólo en el área metropolitana del Distrito Federal y del Estado de México habitan más del 20% de la población total de 60 y más años del país, seguidas por las ciudades de Monterrey y Guadalajara.
Por otro lado, las zonas rurales, con un envejecimiento relativo mayor, fruto de las oleadas migratorias, también deberán ser muy tenidas en cuenta por los distintos Estados. Surgen dudas sobre las posibilidades reales de atender adecuadamente las demandas crecientes de tan numerosa población envejecida, en plena progresión, que vivirá en las ciudades. Se hace indispensable un conocimiento profundo y previo de la situación de las personas adultas mayores de dichos espacios con la finalidad de posibilitar una adecuada planeación de los servicios necesarios. Pero, sobre todo, el gran reto de nuestra sociedad, una sociedad cada vez más urbana, está en superar la pobreza y la exclusión social que seguirán padeciendo las personas adultas mayores en el presente milenio. En este sentido, es prioritario y necesario favorecer una mejora de la calidad de vida de las personas adultas mayores que viven en nuestras ciudades.
Ojalá nuestros próximos políticos piensen en nuestros adultos mayores y dentro de sus agendas políticas, el primer punto, sea, precisamente este. Preocupémonos y Ocupémonos. ¿No lo creen así?