Es necesario revisar en esta parte final del proceso interno quiénes elevan las miras en sus propuestas, los que han pagado gacetillas o mediciones (por cierto a costos que no son nada baratos; hablamos de cuando menos tres millones de pesos) y los que han proclamado con anticipación su victoria aprovechándose del poco conocimiento estatutario de militantes y sociedad en general. Las contradicciones al día: que el CEN colocó a tres de los 11 o 40 aspirantes sin el consenso del resto, que eso no era cierto y podría ser cualquiera encima de los tres, que en la sede nacional siguen asistiendo dos permanentemente y otros concurren de vez en vez para conocer “cómo van”.
En ese contexto, hubo una muestra inequívoca de que el CEN no confía plenamente en lo que determinan los directivos locales de su partido, porque si bien “emparejaron” con los demás a Amado Orihuela y le quitaron la presidencia estatal para que compita en igualdad de condiciones, NO HUBO UN SOLO PRIISTA MORELENSE QUE FUERA VISTO DESDE ALLÁ CON CAPACIDADES PARA SUPLIRLO. De ahí la llegada de Joaquín Hendriks, el ex gobernador de Quintana Roo que es enviado a Morelos para que “no le haga ruido” al proceso que los priistas quintanarroense viven. ¿Morelos, otra vez contenedor de políticos como en 1988 que llegaron, Jesús Rodríguez y Rodríguez con Hugo Domenzáin Guzmán, y extrañamente ganaron las senadurías cuando el PRI perdió todo lo demás con el Frente Democrático Nacional de Cuauhtémoc Cárdenas? No tenían cabida en otra parte y eran compromisos. Los delegados tienen aspiraciones y si Morelos está en conflicto, ahí caen sin problema. En el pasado a los delegados les llamaban virreyes; hoy no conocemos el término exacto.
Un comentario que nos inquieta: ¿Se habrá visto a un personaje llegar a Morelos, priista, nombrarlo secretario de Organización y luego presidente del comité estatal, que no conoce a nadie y está al frente de un partido en momento crucial? No es descalificación a Hendriks; simplemente exhibe el grado de desconfianza o desinterés del CEN, como siempre, que ve a Morelos como “un pedacito que poco aporta”. Por esta tierra pasaron delegados que hicieron historia en el priismo de la hegemonía, del tamaño de Javier García Paniagua y Fernando Ortiz Arana que fueron posteriormente presidentes nacionales. Otros personajes que están en la cárcel como José Antonio Zorrilla Pérez. Ha habido de todo. Pero eran días en que tenían el control y los colocaba el gobernador o los dirigentes nacionales solicitaban la anuencia de éstos. No había paso que no diera uno del otro.
A Ortiz Arana le tocó Armando León Bejarano, que lo recibió en sus oficinas sólo para decirle que no estaba de acuerdo y que no permitiría que Lauro Ortega fuese el candidato. Bejarano era un gobernador sin fuerza. Lo ignoraron y luego casi entra a la cárcel si no le dan la posibilidad de huir y refugiarse en la tierra de su yerno Rafael Ángel Calderón Fournier, ministro del exterior y a la postre presidente de Costa Rica. La aparición de Bejarano allá coincide con la de Rafael Caro Quintero.
Son muchos los temas a tratar sobre los movimientos internos y externos priistas. Uno de ellos es de los equipos que acompañan a los aspirantes, algunos de ellos ya desfasados, que han pervertido el ambiente y le apuestan al choque de trenes. Los delegados y el presidente Hendriks lo deben saber; con ellos se les ve por todas partes. Es acción de la talacha, pero si existe incidencia de éstos a través de los delegados en la cúpula, van a preocuparse los priistas porque sucedería desde lo normal hasta lo descabellado. Es uno de los temas a tratar en la entrega de mañana.