No es escandalizar irresponsablemente, porque no hay un vecino de la ciudad y la periferia, ciudadano y funcionario, que no le quede claro que se está diciendo la verdad y nada más que la verdad. Vieja fama de ciudad bella con hoyos horrendos. Hace un año todavía, con el vilipendio cotidiano a los que gobernaban, la ciudad no lucía así. Hoy, el vilipendio con o sin justificación, sigue, pero un solo bache no aparece en un medio específico a pesar de las cavernas. Pero es ese otro tema que hoy no interesa.
Esta es una columna preventiva, de preocupación, porque de tanto escuchar la opinión de los expertos, algo hemos aprendido que la topografía de Cuernavaca es sumamente compleja, no sabemos si culpar a los tlahuicas por fundar su capital aquí, entre barrancas, subidas y bajadas, o al destiempo con que cada autoridad trianual planifica sus tareas sobre la vieja pero probada leyenda que se le aplica a Cuernavaca y nos escandalizaba: “Cuernabaches”. Y ya ni hablar de otros temas, violentos, del nuevo mote que a partir de diciembre de 2009 nos aplicaron y no cedemos: “Cuernabalas”.
Cada habitante de la ciudad puede detallar los graves peligros por sus sitios habituales de tránsito, incluso comienzan a evadir las trampas de tan conocidas, pero no dejan de llevarse la sorpresa con el nacimiento de un nuevo hoyo. Cada administración se busca a los culpables, que si es Rubio, Villalobos o quién, y cada gobierno municipal es una problemática que en ocasiones vence presupuestos y precauciones: la naturaleza de una tierra que como la nuestra es impredecible. Ya ningún viejo cálculo funciona. Todo es nuevo, hablando sustancialmente en los cambios intempestivos de una naturaleza que nos vence.
Sin embargo, el esfuerzo tiene que hacerse, estamos en periodo vacacional, tenemos turismo nacional y uno que otro extranjero, nos obligamos a dar una buena cara y mucho respeto. Que se haga lo que se pueda y bien. Que sea una tarea del ayuntamiento, en el área que corresponda, ir a “los focos rojos”, los que ellos ya saben y pongan desde piedras con tierra, arena con grava y cualquier otro material, hasta avisos con antelación, porque una tragedia nos puede sacudir y qué mejor que evitarla. Esa es la función, hoy, de esta columna, porque nacer en Cuernavaca siempre ha sido un orgullo, crecer y formarse en ella todavía más, pero debe ser tremenda satisfacción estar aquí el resto del tiempo, de los días, presumiendo que nadie tiene nuestro clima, ni se puede dar el gusto de volver a ver caer la tormenta en la noche y el sol pleno en el día. Hacía tiempo que no lo veíamos, algo andaba más en la atmósfera, pero como que aquí el paraguas sólo se usa en el día para mitigar el sol a pesar que estamos en lluvias.
El esfuerzo adicional debe darse, que no haya justificaciones, que la siempre molesta paraestatal Caminos y Puentes Federales distraiga legalmente lo que pueda en beneficio de la ciudad que le permite sobre poblarla y nada ayudarla, que se entienda que no se andan buscando responsables, menos culpables, pero que debe ser un esfuerzo general, que los medios coadyuven de manera gratuita –el que lo quiera hacer, ahí se notará si existe compromiso y nobleza con Cuernavaca o es solo negocio—para avisar de los lugares, calles, tramos y referencias de los sitios peligrosos y las áreas en las que trabaja el Ayuntamiento. Que sea una tarea de todos pues, porque tan sencillo que es criticar, tan intrincada la burocracia, como para no dejar de ver la aplastante realidad que nos lleva más a “Cuernabaches” que a lo que queremos: La Ciudad de la Eterna Primavera.