Él trabajó en muchos lugares, algunos de ellos le concedieron contar con el IMSS, que mucho le sirvió durante su larga enfermedad. En el nuevo mercado hará unos 15, 18 años lo comenzaron a llamar “El Botanitas”, porque preparaba lo mismo habas en escabeche, patas de pollo, huevos duro con salsa, mollejas de pollo y mixiotes de nopales con cebolla, vegetarianos, con su chile de árbol y epazote, además de nuevos guisos para tener en pie a cualquiera durante un buen rato.
Preguntamos por él en la fonda, porque cuando menos cinco de las últimas seis ocasiones que fuimos a comer, ahí estaba, platicamos, nunca se daba por vencido, ya se preparaba para una nueva empresa, porque “las botanas ya las quemaron una bola de vivos, que ni siquiera las saben hacer”. Se notaba disminuido. “Voy bien, en el IMSS ya me dieron mi maquinita para dializarme en mi casa, vivo en una colonia en el municipio de Zapata”, comentaba. Y no se daba por vencido: “Voy a ganarle a esta pinche enfermedad y me voy a levantar comercialmente para recuperar todo lo perdido”. No indagamos sus pérdidas pero lo veíamos siempre solo, diferente a años atrás que estaba siempre acompañado.
“El Diablito” se murió por pobre y porque los abusivos de la Comisión Federal de Electricidad no tienen oídos para ningún usuario, sus operadores no tocan las puertas para avisar el corte, se limitan a dejar los recibos de cobro, que muchas veces se pierden, se mojan, nadie los encuentra y hay que acudir a los módulos de (des)información o a las maquinitas que poco sirven. A Lalo le quitaron la energía eléctrica y el primer día no pudo colocarse la máquina de la diálisis. Fue al día siguiente a las oficinas de la CFE, mareado, apenas se sostenía, y lo enviaban de un lugar a otro: sólo quería una tregua de dos días, ya lo había arreglado con un familiar que le haría el envío, pero que le pusieran su luz, “porque necesito conectarme a la máquina”, les insistía. Nada. O pagaba o no había luz.
Se sentía físicamente peor que otros días, optó por echarse un rato en el colchón, tenía la esperanza que alguien de la CFE se apiadara y con dificultad enchufaba la máquina, y nada. Minutos después, cero. Se cansó y como diría el poeta, cantante y autor argentino Alberto Cortés: “se bebió de golpe todas las estrellas, se quedó dormido… y ya no despertó”.
Para la paraestatal arbitraria históricamente, Eduardo Rodríguez Ranfla, “El Diablito”, no es siquiera un número de recibo o medidor, quizá alguno de sus funcionarios se entere y arroje el periódico con desdén. A lo mejor alguno de los groseros empleados que lo mandaron a volar el día de su muerte, algo les recuerde y truenen los labios o escupan. La CFE viola los derechos humanos, no sabemos si existan denuncias ciudadanas o recomendaciones, pero vale la pena indagar. El ciudadano se encuentra en un estado total de indefensión. Su mecánica de trabajo es fría con el público, prepotentes, y cada vez comienza a extrañarse más en la capital cuando menos a los eléctricos de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, además de más diestros, con instrucciones más humanas de sus jefes.
“El Diablito” era bueno en el debate, sabía defenderse, al fin de Zarco y el mercado y anunció que apenas librara su grave problema inmediato, pagando a la paraestatal, se iba a encadenar en las oficinas centrales, con la ilusión que en la siguiente ocasión su recibo estuviera a la vista y le recordara día a día cuando era el pago. Conseguiría una larga extensión de cable, para que si no le prestaban algún enchufe de las oficinas estas, conectara su maquinita en algún domicilio o negocio. No le dio tiempo de llegar. Se le agotó la energía porque le cortaron la luz, esa otra energía, de la que somos dueños los mexicanos, pero que nos la cobran a todos con un modelo de atención intimidante, violento, de oídos sordos y llenos de rateros como Néstor Moreno Díaz, su ex director operativo que no sólo saqueó las arcas de la paraestatal y recibió sobornos millonarios en dólares, sino que está libre porque su delito “no es grave”. ¿Y el de “El Diablito” sí, por ser pobre y no poder pagar 175 pesos?
A Lalo Rodríguez Ranfla, también apodado “El Botanitas” una cirugía con algún trasplante pudo alagarle la vida, pero no había con qué. A Néstor Moreno le sobraba hasta para estirarse la piel y quedar de barba partida, con más parecido a Walter Mercado o Alfredo Palacios que a Kirk Douglas. Al “Diablito” no le dieron oportunidad ni de pasar un cable a algún vecino para conectar su maquinita. Dirán que de todos modos se podía morir. Sí, pero no ese día y bajo esas circunstancias que cuando menos para los que asistieron a su sepelio, el grito desgarrador de su madre: ¡“Los de la CFE mataron a mi hijo!”, quedó bien grabado. Eso que cada quien lo revise. Una comisión de ciudadanos que sirva de enlace con la CFE, con el agua potable de cada municipio, con esos entes burocráticos que viviendo del mexicano le da malos tratos. Eso urge.
Pero “El Diablito”, con los malestares que se evidenciaban, estaría con aliento y no con una muerte adelantada horas, días o meses, por el poder del silencio de la Comisión Federal de Electricidad.