¡Pobre Morelos!
¿Cómo calificar “el debate” de los candidatos en Morelos? Pobre, triste, bajo, oscuro, pálido, desilusionador, sin expectativas, chiquititito, que no lleva más que a escenarios desoladores:
1.- En Morelos se eliminó la clase política.
2.- El manejo de lo que para los que se auto nombran políticos en este quehacer, es una utopía.
3.- No hay tuertos en esta actividad (los que saben están escondidos o aterrados con la dura realidad), es un sector completamente invidente, insensible –no siente nada, en ese sentido lo decimos--, incoloro y sobre todo inodoro, ni huele, ni hiede.
4.- El futuro inmediato es incierto, porque en el caudal de propuestas, promesas, ocurrencias y excentricidades de los personajes de anteayer, no hubo una sola mente en cada lugar que los vieran o los escucharan, que les creyera. Era el morbo de quien ganaba o el que más apaleaban, era la ansiedad por abrir la puerta de la esperanza que ni siquiera estaba ahí. ¡Cuánta pobreza ideológica! ¡Vaya escasez de la política, ausente permanente y desde cuándo!
¿Quién ganó o perdió? No seamos ilusos: como en el juego de la pirinola TODOS PIERDEN, y en ese todo estamos TODOS, sin excepción.
Mencionar el nombre de alguno de ellos sería ofender el espacio, lo hicimos ayer y lo vamos a hacer mañana, porque es nuestro trabajo, pero esta vez nos negamos a mencionar un nombre, cualquier apellido, una sigla o el apodo de los personajes. No lo merecen luego de su mediocre demostración, donde hubo ruegos, burlas, chistes, comicidades y hasta sobre actuaciones en peticiones a los abuelitos y abuelitas –un servidor lo es, de cinco nietos por nuestra precocidad y para orgullo de a los 38 años vivir esta hermosa experiencia por primera vez, y repetirla cuatro más, y es mucho menor en edad que el que hablaba con tal énfasis, incluso la nieta mayor va a votar esta vez y de ninguna manera si nos pregunta si le vamos a opinar, sería anti natural, cruel, luego de lo que vimos y escuchamos--.
Pero no todo es el drama, la frustración por la pobreza de ideas y compromiso de los personajes, tenemos que agradecerles porque nos regresaron a los días y años felices, ninguno por sus orígenes, nadie por formar parte de algunos conciudadanos que nos encontrábamos silla a silla en el lugar espectacular que a continuación describiremos, entre risas alegres cien por ciento y la emoción de escuchar la bella canción o lo que antenoche presenciamos por el fallido técnicamente Canal Tres: el inolvidable, único, multifacético y siempre esperado teatro Carpa Tayita, que allá por los años 60 se instalaba en lo que es hoy el Superama de Morelos, entre Arista y Degollado.
Los personajes eran parecidos a los artistas del momento nacional e internacional: el carnal Marcelo. Tin Tan, Tun Tun, Madaleno, el Panzón Panseco, don Oscar Ortiz de Pinedo, Capulina, Viruta, Resortes. La noche del jueves los vimos en la única televisora que transmitió el evento este. Ahí estaba el calvito que tiraba un cachetadón a Madaleno y le ponía el rostro rojo. O el chaparrito que se dignaba de pronto, viendo hacia arriba a Ortiz de Pinedo con toda su galanura, a lanzarle un puntapié en lo más alto que apenas llegaba a su espinilla. El sillerío –como lo escuchamos en la tele desde el IEE—muertos de risa, no faltaba el que aventaba una corcholata o alguna pelota del público. Era una de las partes cumbre del magnífico espectáculo que esa carpa que deseaba ser teatro nos traía a los morelenses año con año, a veces cada tres, pero nunca se atrevieron a privarnos de su arte seis años. Eran sumamente responsables. Los esperábamos con ansiedad.
No faltaba el símil de María Victoria con su ajustado vestido y la cintura más breve de la tierra, cantando arrastradito. O el número chusco que hacía un artista llamado Jorge del Moral, exótico, con bastante colorete en las mejillas, las cejas y pestañas negras y rizadas, que aparecía con su pantalón blanco como la nieve, ajustadísimo, su camisa roja con bolas negras o blancas como de bongosero para agitar los brazos y verse espectacular, y la pequeña orquesta del teatro—carpa lo recibía con estruendo. La canción que más disfrutaba el público y Del Moral la calentaba dos o tres piezas antes, era “Las Pelotas del Carey”. Y el público estallaba no en el momento que arrancaba con “…lo mismo son en la Habana, en Japón, que en Cama…güey”. Y el alboroto al “¡vamos todos juntos!: ¡Güey, güey, güey, güey, güey…!” y con el dedo índice se señalaba una a otra, las demás a las que iban con ellas, y se paraban de las sillas a moverse como podían. Familias completas que ahorraban para esperar al teatro—carpa Tayita en su temporada.
Vaya el agradecimiento del columnista a los candidatos por este rescate. Nunca en los 30 años de existencia de esta columna tocamos al Tayita, y forma parte de la formación de generaciones de morelenses, porque se presentaba en Cuautla, Jojutla y Yautepec. Habrá quien lo recuerde y lo converse con sus hijos y nietos.
El evento del jueves por la noche, lo que no vimos en la televisión es que tuvo un final parecido. Había caras alegres, se divirtieron los invitados con las ocurrencias de los señores que estaban arriba del escenario, de traje. Hubo desfachateces de tomar las calles para celebrar. ¿Qué iban a festejar? Otra falta de respeto.
Así como entre el público invitado al debate, que seguramente de ahí partieron a cenar en cualquier parte y buscarle la cuadratura al círculo, en varios hogares de Morelos, muchas personas, seguro, no faltó que la lágrima les rodara por la ausencia de lo que hasta hace algunas décadas llegaba a haber: política y políticos. No es una clase en extinción, hace mucho que no hay.
Lo platicamos con un grupo de amigos ayer mismo, teníamos que hablar, y uno se entristeció, dijo que el tema no era tema, que se trataba de una desgracia, que ¡Pobre Morelos!, o un “¿Qué va a pasar?, con la petición de regresar cada quien a sus tareas y encontrar una salida menos indigna a estos ejercicios auto llamados democráticos que no son más que re—puestas en escena de aquellas parodias auténticas, electrizantes y amorosos del teatro—Carpa Tayita.
Además, en lugar de irnos a los tacos o un restaurante, era obligado pasar por los esquites o un elote en el Jardín de San Juan.