Lo del viernes pudo ser más grave en cuanto a reacciones de nuestros poderosos vecinos como lo ocurrido en 1984, cuando un grupo de mafiosos sin control mataron al agente norteamericano de origen hispano Enrique “Kiki” Camarena en el occidente del país. Ahí, justamente, la sociedad mexicana comenzó a conocer algunos resquicios de lo que era el narcotráfico, cuál era su manejo y sus ganancias millonarias, junto con los nombres de personajes que durante lustros permanecieron en el anonimato social pero en las agendas de funcionarios poderosos del gobierno. Bueno, hasta hoy, el suceso de 1984 que generó la fiereza de los gringos, tiene bajo sospecha actuaciones de gente políticamente activa como Manuel Bartlett Díaz, entonces secretario de Gobernación –su subsecretario era Jorge Carrillo Olea, por cierto- y la disposición de la estructura de la Dirección Federal de Seguridad en manos del todavía poco popular narcotráfico. Era la DFS, en los hechos, la parte operativa del narcotráfico en el país y sus mandos, obviamente, como un capo más. La probación de esto es que el delegado en Morelos de la DFS, en los años del gobierno de Armando León Bejarano –que es donde incuba el narcotráfico en Morelos--, Rafael Aguilar Guajardo, oficialmente fue el segundo jefe del cártel de Juárez hasta que lo mataron sus propios subalternos, bajo la orden de Amado Carrillo Fuentes “El Señor de los Cielos”, en 1993 en Cancún. Y no se sentía gran cosa porque México era plataforma de la droga aquí cultivada como amapola y marihuana o extranjera, llegada del sur de América como la cocaína, para surtir al eterno gran consumidor que es Estados Unidos. Hoy es diferente, existe un gran mercado de consumo al pagar en especie los narcos sudamericanos a sus socios mexicanos, y deben vender su mercancía en el mercado local y han multiplicado adictos en diversas clases sociales y económicas, ya no es la cocaína, por ejemplo, un gusto exótico de artistas, políticos o policías, hoy puede consumirla cualquiera, hasta y dicho con todo respeto, un auxiliar de albañilería. Hay mercado, para pronto.
Lo que sucede el viernes cerca de Tres Marías buscan envolverlo en la bruma informativa tanto los mexicanos como los norteamericanos, pero es tan sencillo como que agentes de la Policía Federal Preventiva debían detener, a como diera lugar, la unidad donde viajaban los dos agentes de la DEA y el oficial de la Marina mexicana. Quién haya dado la orden desde un radio oficial o algún otro transmisor público, sabían exactamente quiénes iban a bordo del vehículo y lo que harían. Hoy, no queda duda, que existen filtradores en todos lados, nadie queda exento, los tentáculos son poderosos y con capital en disposición y sin horario. Es en base a la costumbre, tan obvio que asusta. En efecto, los operativos de mayor relieve que han tenido autoridades mexicanas y que en este sexenio de muerte han propulsado mediáticamente sin éxito alguno, han estado siempre agentes de la DEA. Imposible que su embajada los acredite como agregados en tal o cual oficina, simplemente nunca han dejado de estar y, habrá que decirlo, tienen una formación más profesional y quizá ética que las siempre bajo sospecha policías mexicanas. Actúan armados, ya bajo las siglas de cualquier corporación, pero los hechos recientes confirman que trabajan más ligados a la Marina que al Ejército. Como que en esos terrenos caminan más confiados. Ese es otro tema.
Lo que también es complicado, es que un agente de la DEA con todo y su cubierta, sea sobornado por los grupos delictivos, si así fuera, habrá segura mediación de autoridades locales, desde jefes hasta mandos medios. Si el tema no es sencillo, como tampoco lo es que Morelos soporte que su escaso terreno sea usado como laboratorio de negocios donde, regresamos a lo del viernes, quién sabe cuántas autoridades se encuentren involucradas.
No es descabellado, ni siquiera dudoso, que un operativo grande estaba en marcha. ¿En dónde? Quizá en alguna parte de Morelos, como en diciembre del 2009 con Mario Arturo Beltrán Leyva en los edificios Altitude que ha provocado, a propósito, la escalada y permanencia de crímenes más grande y prolongada en la historia de México, en el contexto de la gran matanza nacional que oscila entre los 60 y 70 mil muertos en el marco del operativo frustrado del gobierno calderonista. Dicen que en aquel aciago diciembre del nueve, la DEA fue muy participativa. Morelos ha aportado víctimas y aquí se vive una guerra, ya no sabemos si de cárteles o de células que quedan de ellos, pero esta geografía pequeña territorialmente sigue teniendo una importancia especial en el mapa nacional.
Lo ocurrido el viernes cerca de Tres Marías, son pésimas noticias para nuestra entidad, que “sin tener vela en el entierro” vuelve a ser el punto de referencia geográfico de un hecho que, seguro, ha dado la vuelta al mundo. Si los norteamericanos muestran (y si lo hacen será en privado con sus contrapartes mexicanas) que corporaciones federales iban a matar a sus agentes o a detener su ida hacia algún lugar, la sumisión del gobierno de Felipe Calderón pasará de sentenciarlo a quedarse en un banquillo de sospecha en una imaginaria comisaría de algún condado gabacho, bajo observación, porque no funcionó a los que debía y tampoco sus instrucciones de ellos, los norteamericanos, de combatir, aplastar, salir con la victoria en contra del crimen organizado. Bajó del cuadrilátero no con la derrota a cuestas, sino en camilla y una mascarilla de oxígeno, va en tan malas condiciones, que tememos que de aquí al fin de año se dé un vacío de poder que dañe todavía más las estructuras nacionales. Este hecho es grave, tanto, que el ánimo en los suelos es lo de menos, los del norte pueden perder la pequeña confianza que por ahí pudieran todavía tener en “la promesa” que ha gobernado entre charcos de sangre a nuestro país. Como que ya estuvo bien que respeten lo elemental, cuando menos, que no marchiten la inteligencia que de tanto temor, está oculta, vendada, resistente a ver la luz pública.
En síntesis: ¡Pobre Morelos, tan cerca de los federales y Calderón y tan lejos de la mano de Dios!
(Esta columna la redactamos la tarde del sábado 25 de agosto y no, como tenía que ser, el domingo. Muchas cosas pudieran suceder, pero compartimos simplemente lo que hemos hecho. Gracias lectores apreciados).