Cuántas veces hemos escuchado a una persona cercana a nosotros que a su esposo o su esposa le han diagnosticado algún tipo de demencia, que la mayoría de las veces es la enfermedad de Alzheimer, y no sabemos cómo ayudarle.
Las personas comienzan con serias fallas de memoria, sin embargo, no se sabe todavía cómo cambiar o detener el curso de esta enfermedad incurable, pero debemos enfocarnos en lo que podemos hacer en beneficio del paciente.
La problemática de esta enfermedad comienza cuando el familiar llega con el médico y le pregunta cómo salieron los estudios neurológicos que se le practicaron a su mamá, papá, abuelo, esposo, etc. y el médico comienza con una jerga profesional que sólo ellos entienden.
Comencemos por lo primero: los problemas de conducta, las necesidades de cuidado que requieren las personas que padecen esta enfermedad. No importa quién los cuide, puede ser un familiar directo, un cuidador de tiempo completo que esté en casa al pendiente de ellos o puede ser un cuidado fuera de su hogar, es decir, un asilo o un centro geriátrico especializado, que en México hay pocos realmente.
Los problemas de conducta en los enfermos de demencia básicamente son sus reacciones exageradas de ira y la variación día a día que tienen de la conducta. Muchos de los enfermos viven solos y si algún pariente vive cerca de ellos, se siente confuso, porque no sabe cómo tratarlo.
Algo que debemos aprender es a ayudarles y facilitarles la tarea del manejo cotidiano de un enfermo crónico y saber que la demencia, independientemente de ser un síndrome orgánico cerebral, de presentar endurecimiento de las arterias y un síndrome cerebral crónico, de ser como algunos médicos dicen: la separación de la mente (que no es lo mismo que locura), es una deficiencia intelectual, que va aumentando gradualmente, desde fallas en la memoria hasta la incapacidad total de la misma, y que no se conoce la causa de la enfermedad y que, hasta ahora, no se tiene manera de detenerla o curarla, aunque sí se puede hacer mucho por el bienestar del paciente y para que la familia tenga un sentido de control de la situación.
La pérdida severa de la memoria nunca es parte normal del envejecimiento; solamente el 5% de los adultos mayores presentan daños intelectuales severos y prevalecen cuando llegan a la octava y novena década. Sólo el 80% de los que alcanzan edades muy avanzadas no experimentan pérdida significativa de la memoria ni otros síntomas de demencia. Claro que con el paso de los años nos vamos tornando algo desmemoriados, pero no al grado de que esto interfiera con nuestra vida.
Muchos viejos de 70, 80 y 90 años, han ejercido sus profesiones hasta el momento de su muerte (por ejemplo, el caso de Pablo Picasso que llegó a los 91 años de edad).
En Cuernavaca, tenemos la Asociación de Alzheimer de Morelos, presidida por la doctora Adela Hernández, quien el primer domingo de cada mes, imparte pláticas y conferencias para ayudar a cuidar a enfermos con pérdida de memoria, con diferentes tipos de demencias (demencia vascular cerebral y demencia por Alzheimer), para auxiliarlos y tratar de que tengan una vida independiente, pero al mismo tiempo entender, cuando, por ejemplo, una persona no puede continuar en su empleo o no puede seguir manejando dinero o debe dejar de conducir un automóvil, y cuando, definitivamente, no puede vivir sola. Lo más recomendable es ir a vivir a una residencia geriátrica.