"Creo que la gente está satisfecha y es lo que se percibe en la votación. En las fiestas del año pasado ya habíamos pagado el último crédito y desde entonces estamos exentos de deuda. Incluso estamos ahorrando y disponemos ya de 130 millones de euros de reserva para el año que viene. Así debe ser de ahora en adelante", afirma con seguridad, convertido en una denuncia con patas de las políticas que siguen el resto de sus colegas alcaldes.
El secreto de este saneamiento financiero no es la austeridad extrema, ni mucho menos, sino una potente rebaja de los impuestos a las empresas que puso en marcha apenas llegó a la habitación 142 del Rathaus local, que hace las veces de despacho pero que no es más que un cuarto con una mesa, un teléfono y un ordenador, adoleciendo de cualquier decoración o elemento simbólico.
Así, Zimmermann ha hecho de Monheim la sede fiscal más barata de Alemania. "Al ofrecer tasas de impuestos muy bajos a las empresas, son muchas las que deciden trasladar aquí su sede, lo que automáticamente genera ingresos públicos y puestos de trabajo", explica. "Ecolab, por ejemplo, tiene aquí 4 plantas con unos 700 empleados. Su decisión de radicar en Monheim una mayor parte de su actividad nos permite recaudar 200 millones de euros anuales en lugar de los 20 millones de antes, ese es el único secreto. Gracias a eso podemos permitirnos el lujo de que todas las guarderías sean gratuitas, por ejemplo, y estamos a punto de inaugurar una nueva escuela de música", presume.
Zimmermann combina con sorprendente comodidad la política de impuestos por los suelos con el gasto social generoso, sin adscribirse a ninguna ideología determinada. "Bueno, tenemos que pensar hasta qué punto las ideologías ayudan a gestionar un municipio o son un obstáculo para hacerlo. No creo que los ciudadanos quieran elegir un alcalde con determinada ideología por encima de la posibilidad de elegir un alcalde que resuelva problemas", despacha.
Zimmermann, de hecho, no pertenece a ninguno de los partidos políticos convencionales. Fundó su propio partido cuando todavía estudiaba en el instituto del barrio, Peto, que en latín significa 'yo propongo', y con él y un grupo de compañeros de colegio se presentó a las elecciones a la vuelta de sus estudios universitarios, convirtiéndose a los 27 años en el alcalde más joven de Renania-norte Westfalia.
Tiene detractores, pero no están en su ciudad, sino en los ayuntamientos de las ciudades vecinas, que observan con alarma cómo aumenta a diario el número de grandes empresas y pymes que se mudan a Monheim en busca de un régimen fiscal más acogedor. "En Alemania ya hay tres o cuatro ciudades con este tipo reducido de gravamen para las empresas", dice Frank Schneider, alcalde de la vecina Langenfeld, "esto no puede seguir así porque el dumping fiscal causa a largo plazo más perjuicios que beneficios a las ciudades".
Pero Zimmermann solo ve beneficios: "El año pasado captamos hasta una empresa holandesa que paga actualmente en impuestos unos 4 millones de euros al año. El objetivo ahora es consolidar la contribución fiscal ofreciendo a ésta y otras empresas cuantas comodidades podamos, fidelizarlas a nuestro municipio".
Con Información de El Mundo