Vemos sus fotos en París, ya en la Torre Eiffel o en el Arco del Triunfo. El hombre no está en sus cabales, juega a la política y aunque lo niegue se gasta el dinero de los morelenses en sus chiquiaventuras.
Queremos creer que es de su bolso lo gastado por él y su séquito, sin embargo podría ser la recompensa de haber actuado sólidamente como “patiño” en el debate pasado y dar con todo al controvertido Graco. Esto parece un regalo que Julio debe justificar, aún con vaciladas que avergüenzan a las tradiciones morelenses. ¿Qué sabrá Julio Yáñez Moreno de la historia del chinelo y su baile? Tiene chance en su estancia europea para meterse en el internet y venir a decirnos que sabe lo que apenas va a aprender.
Sólo un iluso, oportunista o abusivo que cree tratar con imbéciles, tiene la ocurrencia de la Torre Chinelo y en su explicación infantiloide que dio en el IEE cuando la parodia que llamaron debate, tuvo la fortuna de acercarse a la máxima de nuestro querido maestro y colega Carlos Reynaldos, impresa con letras de sorpresa y dolor una tarde-noche de 1994: “¡Ya basta de realidades! ¡Queremos promesas!”. Atento aviso a Reynaldos: tienes aquí a un seguidor de tu puntual consigna de hace tantos años, allá tu si lo adoptas, lo adaptas o lo desechas. Es tu espacio y esperamos respuesta inmediata junto con tu impresión del joven candidato.
Este párrafo en la nota del corresponsal de Reforma, Héctor Raúl González, es para la historia:
“El día de hoy estamos en París, vamos a visitar Roma y Londres, porque venimos a explicarle a los morelenses que el turismo se debe hacer en el extranjero y no en el Estado de Morelos, porque yo quiero traer dinero de otros países a Morelos, hacer un detonante económico para que los morelenses puedan vivir del turismo”. Eso dijo el candidato.
Y se ve sonriente en la foto con la famosa Torre Eiffel a sus espaldas, sin ningún curioso cerca, los turistas seguro les importó menos que los mimos que rodean esos sitios. Hermosos y coloridos los trajes de chinelo, reluciente el lábaro patrio, entendible la pancarta con un “Visite Morelos, México” y la sonrisa del Niñote Yáñez sin máscara. Seguramente hubo más de dos que dijo que eran unos loquitos de tantos, de esa gente aparentemente rara, pero tan particular de Europa. No, es el muchacho—candidato—dueño de franquicia que al nuevo estilo, el de la ocurrencia pura, hace campaña para gobernador de Morelos… ¡en Europa! Vaya caso.
Su oficina de prensa quizá no lo ha querido informar, pero es un hecho que trae bajo el caluroso y vistoso traje de chinelo, tres votos del 235 distrito electoral de Paris, uno de un coreano perdido que a todo le decía que sí y vive en un suburbio de Seúl (quedó de enviarle por correo electrónico cuál es su sección electoral y el número de casilla donde vota) y dos del 123 de la ciudad polaca de Varsovia. Los turistas le prometieron que el 1 de julio votarían por él, desde allá, aunque sea por internet. Misión cumplida, seguro compartió con su grupo de clowns que tan buena corte le hacen.
Yáñez Moreno tiene buenas intenciones pero se evade de la realidad. ¿Conoce el cierre de las escuelas de español que generaban riqueza en muchos hogares morelenses? ¿Sabe de la quiebra de familias que durante décadas se dedican a estas empresas, morelenses trabajadores y honrados por cierto? ¿Tiene las cifras de los hechos de violencia que genera la delincuencia organizada y la fama pública de Morelos en el país y el mundo?
Entre tanta demagogia de los candidatos presidenciales, tuvieron la coincidencia dos de ellos –Peña y López Obrador—de enfocar sus promesas en el orden interno, la generación de empleo, la cobertura educativa, que inhiba el ingreso a las filas delictivas de cientos, miles de jóvenes que apenas empiezan a vivir. Julio Yáñez juega, juega a la política. La única razón que tiene es decir que no es político. Pero tampoco una persona sensible, seria ante la dura realidad. Juega al embajador plenipotenciario de la provincia de Morelos ante el mundo, cargo auto conferido.
Claro, no tiene ninguna posibilidad, porque el menos indiscreto o tonto de los participantes no deja la parcela en disputa para hacer ridículos vestido de chinelo en los íconos mundiales, promoviendo una entidad que si la llegan a conocer es por Emiliano Zapata y no, lamentablemente, por los chinelos.
El Niñote Yánez se chupa el dedo y quiere que los demás le sigan. Falta al respeto a Morelos, indigna a los que aman la tradición del chinelo y de los que conocemos cuando menos a cien. Bien que el PSD sea una franquicia, mejor por lograr su registro, pero sin ofender. ¿Qué morelense le autorizó a correr por el mundo vestido no de chinelo –que es algo serio y todo un rito—sino de payaso con sus chalanes celebrando ocurrencias dignas de un bromista preparatoriano?
Dicen los chinelos de Tlayacapan, de Yautepec, de Tlaltizapan, del merito Tepoztlán, de Yecapixtla, de Jiutepec, que por favor “no mame, y si lo hace, deje al burro y no se lo lleve”. Y menos a hacer ridículos a Europa. A ver si no de retorno a esta divina tierra, viene vestido de torero y obliga a que todos le gritemos: “El Juli”. Una ocurrencia más.
¡Ah!, antes que lo dejemos a un lado: hay dos votos más, de una pareja de árabes de Kuwait que se destornillaron de risa y se comprometieron a enviarle copia de su tarjeta electoral por si aquí servía y un argentino, de Córdoba, que le dijo: “Che, macanudo, para hacer estos roles cómicos hay que tener bolas”. Eso no tiene credencial para votar en su país, porque huye de la justicia.
Buscó publicidad, algunos no le van a hacer caso, este columnista cayó –de caer como penco- pero bien lo merece quien desea vivir, sin hacer nada, de las prerrogativas que da el pueblo a través del gobierno a los partidos con registro. Qué bueno sería que se gastara en serio su lana y llevara cuando menos tres de las mejores comparsa de chinelos a dar su espectáculo por el mundo. El, ni siquiera sabe agarrar con el puño el traje a la altura del pecho y dejarse ir con la cadencia de la banda de viento. Los morelenses que aman la tradición del chinelo no van a estar contentos con El Juli. Seguro.
