Ya pasaron más de cinco años desde que un hombre que gobernara el Estado de México se lanzó por la presidencia del país y ganó con buenos números para traer de vuelta al priísmo a la vida política nacional.
Enrique Peña brilló por su imagen y una historia que contaron los medios sobre su matrimonio con una actriz de telenovelas.
A pocos meses de salir, Enrique se ve muy cambiado. Ya no es la persona sonriente y jovial que se tomaba fotos con los militantes de su partido hace un lustro.
Después de temas como la Casa Blanca, los secuestros de Ayotzinapa, los enormes casos de corrupción y un severo tema de espionaje a rivales políticos, muchos mexicanos han retrocedido con cara de preocupación ante la labor del quizá último presidente del PRI.
Enrique Peña se ha abierto a los medios de comunicación (algo que evitó durante su sexenio) y ha prometido abandonar la vida política cuando deje la silla presidencial. El ambiente en las últimas entrevistas que ha concedido es de hastío y desesperación.
En entrevista para La Jornada, el mexiquense parece confesar todo lo que no se le permitió durante el auge de su mandato. Habla sobre su preocupación por apegarse a la ley en todas sus decisiones presidenciales, habla también de su intento de transformación del país a través de reformas estructurales, y también deja en claro que en diciembre de este año descansará para luego convertirse en una persona que trabaje en el campo mexicano, de clases o su pasión secreta: ser notario público.
Pocas personas en el país se desviven por dirigir una notaría en México. Pero en el caso de Enrique Peña, un hombre de voz seria y mirada baja, parece ser el entorno ideal para desatar su pasión. Antes de irse, como es costumbre de los presidentes, habla con los medios sobre temas que antes eran intocables. Deja en claro que el PRI se encuentra destruido por casos de corrupción, pero sin comentar si su presidencia ayudó al daño. También asegura que será priísta siempre, un partido que todavía le da orgullo.
El presidente de México que vio su administración manchada por casos graves de desvío de recursos, abusos de autoridad o derroche de dinero público, asegura que se va contento y sin preocupaciones de ser perseguido por la justicia mexicana.
Confía en que el trato de cordialidadque ha tenido con el futuro presidente del país, López Obrador, es un ejemplo de la confianza que se puede tener ante su administración. Peña se esfuerza por dejar en claro que fue un buen presidente, a pesar de los escándalos y la poca popularidad de su gobierno.
Al abandonar la banda presidencial, Peña seguirá perteneciendo al PRI. Pero el partido vivirá uno de sus peores capítulos en la historia política nacional. Apenas tienen representantes en el congreso mexicano y no ganaron ni una sola de las nueve gubernaturas vacantes. En el ámbito presidencial les fue peor.
Antonio Meade apenas logró aferrarse al tercer lugar nacional con una porción tan pequeña de votos que el priísmo tuvo que salir a aceptar que los mexicanos los habían castigado en las urnas.
Por lo pronto ni siquiera Enrique tiene definido qué hará con su vida. Puede que sea maestro, como lo han hecho miles de priístas después de puestos polémicos, posiblemente en el extranjero. También afirma que está interesado en ser consultor político, debido a su experiencia como mandatario nacional. Lo cierto es que el próximo presidente ya le dejó en claro una cosa: no habrá pensión vitalicia para Enrique Peña, por lo que no hay manera de jubilarse a los 52 años.
Con información de La Jornada.