Ciudad de México.- Arqueólogos e investigadores del Proyecto Templo Mayor han revelado la existencia de una caja de piedra oculta, desenterrada durante la exploración llevada a cabo entre enero y julio de este año.
La caja contiene un tesoro de 14 esculturas antropomorfas masculinas, junto con una diminuta figurilla femenina, todas vinculadas a la etapa IV del Templo Mayor, cuya datación se remonta a la época de Moctezuma Ilhuicamina.
El líder del equipo, el arqueólogo Leonardo López Luján, señaló que estas valiosas esculturas fueron meticulosamente talladas en piedras metamórficas verdes. La pieza más grande, de aproximadamente 30 centímetros de altura, contrasta con la minúscula figurilla que apenas mide tres centímetros.
Estas obras exhiben características distintivas del estilo Mezcala de la sierra norte de Guerrero, caracterizado por sus rasgos esquemáticos.
El tesoro artístico también reveló pistas sobre su significado religioso y cultural. Los arqueólogos del INAH, Alejandra Aguirre Molina y Antonio Marín Calvo, quienes encabezaron el descubrimiento, trabajaron en estrecha colaboración con la restauradora Sofía Benítez Villalobos y el maestro Juan Ruiz Hernández.
Llegaron a la conclusión de que las esculturas fueron objeto de una importante transformación religiosa después de su llegada a Tenochtitlan.
Una figura en particular llama la atención: los restos de pintura facial que hacen referencia al dios de la lluvia, Tláloc, fueron añadidos a una de las figuras, lo que sugiere una redefinición espiritual por parte de los mexicas.
Junto a las esculturas, se encontraron dos pendientes con la forma de serpientes de cascabel, así como 137 cuentas confeccionadas a partir de diversas piedras metamórficas verdes. También se hallaron rastros de arena marina y una asombrosa colección de 1,942 elementos de material calcáreo, incluyendo conchas, caracoles y corales.
La procedencia de estos elementos marinos señala hacia las costas del océano Atlántico, que fueron conquistadas por la poderosa Triple Alianza durante los tiempos del primer Moctezuma. La identificación biológica precisa de estos elementos estará a cargo de Belem Zúñiga Arellano, miembro distinguido del Proyecto Templo Mayor.
El interés de los arqueólogos por la ofrenda descubierta surgió al corroborar un patrón visto antes en otras, el cual consistía en cofres de piedra que habían sido sepultados como ofrendas dedicatorias bajo las cabezas monumentales de serpientes de la plataforma del Templo Mayor.
“En náhuatl clásico, estos cofres eran conocidos como tepetlacalli, de tetl, piedra, y petlacalli, caja de petate. En sus hogares, los mexicas acostumbraban guardar en cofres de petate sus pertenencias más preciadas, como plumas finas, joyas o prendas de algodón, y, si lo vemos desde el Templo Mayor, que representa a una montaña sagrada repleta de mantenimientos, podemos imaginar a los sacerdotes almacenando en estas ‘petacas de piedra’ los símbolos por excelencia del agua y la fertilidad: esculturas de los dioses de la lluvia, cuentas de piedra verde, conchas y caracoles”, concluyó López Luján en un comunicado.
Para el próximo año, el Proyecto Templo Mayor solicitará al Consejo de Arqueología del INAH autorización para remover temporalmente una cabeza de serpiente que se emplaza en el costado norte del Templo Mayor, con miras a explorar bajo su base, ya que los investigadores tienen la hipótesis de que hay un par de ofrendas más.