En la Península de Yucatán, el ambicioso proyecto ferroviario del Tren Maya ha despertado inquietudes entre expertos ambientales debido a posibles impactos negativos en ecosistemas únicos, particularmente en una extensa red de cuevas subterráneas.
Aunque una sección del sistema ferroviario de 1,554 kilómetros, que conecta la popular ciudad turística de Cancún, fue inaugurada a fines del año pasado, las fechas de inicio de operaciones para las rutas restantes, anunciadas por el gobierno para febrero, han sido cuestionadas por los especialistas.
Ambientalistas han expresado durante mucho tiempo su preocupación por la construcción del tren, que atraviesa algunos de los ecosistemas más singulares del mundo, incluyendo miles de cuevas subterráneas esculpidas por el agua en el suave lecho de piedra caliza de la región a lo largo de millones de años.
Guillermo D’Christy, experto en agua, navegó con precaución entre enormes estalagmitas y estalactitas el pasado sábado para examinar los pilotes de hormigón y acero instalados en las frágiles cuevas como parte de la construcción del tren.
D’Christy advirtió sobre el riesgo de comprometer un patrimonio biocultural crucial para México y la humanidad, temiendo que las vibraciones generadas por las máquinas de construcción y los trenes puedan dañar irreversiblemente los techos de las cuevas.
“Este techo se va a volver cada vez más delgado. Está cayendo, se está derrumbando”, afirmó el experto.
Aunque el gobierno incluyó el riesgo de colapso en el estudio de impacto ambiental de esta fase del proyecto, asegurando que se consideró en la ingeniería de las vías y que se implementará un programa de prevención, las preocupaciones persisten entre la comunidad científica y ambientalista.