El narco en la ciudad fronteriza de Tijuana vivió durante las décadas de 1990 y del 2000 la guerra entre cárteles del crimen organizado que llevó tanto a narcos como a personas inocentes a ser torturados y perder la vida.
Uno de los sicarios que impactó en la opinión pública por el método que empleaba para desaparecer a las personas fue Santiago Meza, alias “El Pozolero”, quien usó la finca La Gallera para realizar las operaciones.
Dentro de La Gallera hay paredes con ladrillos de color marrón, sin embargo, el color se mimetiza con el polvo y la arena que ayudan a ocultar los rastros que quedaron de la grasa humana de las personas que fueron asesinadas y posteriormente cortadas para ser disuletas en ácido para no dejar testigos de su existencia, según relató la BBC.
En La Gallera fueron disueltas unas 300 personas, según cifras de las propias autoridades, las cuales fueron reducidas en barriles llenos con ácido, sosa y otras sustancias corrosivas que ayudan a eliminar casi cualquier sólido que el fuego no puede. Algunos de los restos humanos que quedaron en la mezcla permanecieron por varios años dentro de aljibes, cisternas árabes para almacenar agua.
Las cisternas con el contenido humano disuelto permaneció oculto bajo tierra, pero fue en 2012 cuando agentes de la entonces Procuraduría General de la República (PGR) encontraron restos humanos en la superficie de La Gallera. Los hallazgos sucedieron luego de la captura de Santiago Meza, un albañil convertido en narcosicario que ya había sido arrestado en 2009.
A “El Pozolero” lo vincularon con el secuestro y desaparición de los cuerpos de por lo menos 300 personas, cuyos restos los tiraba en fosas clandestinas que fueron identificadas como Ojo de agua, Loma Bonita y La Gallera, lugares donde narcos de los hermanos Arellano Félix lo invitaron a presenciar como disolvían los restos humanos en ácido.
Cuando fue arrestado, “El Pozolero” fue cuestionado por una reciente víctima, Fernando Ocegueda, un estudiante de ingeniería de 23 años que jamás fue vuelto a ver por su padre. Santiago Meza descubrió que el estudiante había localizado las fincas donde disolvía los cuerpos por medio de información que enviaban en correos electrónicos, ya que era activista de personas desaparecidas.
Sin embargo, el narcosicario declaró no conocer al joven ya que dijo, solo recibía órdenes para desaparecer cadáveres. Aunque en las fincas fueron hallados además restos de huesos y dientes, no se pudo identificar la identidad de las víctimas de desaparición forzada que pudieron caer en manos del narco y de “El Pozolero”.
Este lunes, Santiago Meza fue sentenciado a cumplir otros 30 años y 8 meses en prisión al ser declarado culpable de los delitos de delincuencia organizada y secuestro. En 2022, estuvo a punto de salir de la cárcel tras haber cumplido 13 años encerrado, sin embargo no fue así y seguirá en la cárcel.