Para los estadounidenses hay dos imágenes de México que se contraponen opacándose de vez en vez: en una, el país tiene gran potencial para el desarrollo económico debido a la Reforma Energética; pero en la otra se cae a cachos, por su alto grado de violencia y un Estado de Derecho débil y opaco.
En la percepción de estas imágenes, los especialistas observan que el estadounidense conoce muy poco –casi nada– al ciudadano mexicano y su circunstancia. De modo que le resulta difícil acomodar las piezas en una sola historia cuando ocurre una masacre o se destapa un escándalo de corrupción.
Donald Trump echó sus palabras al viento. Inició su campaña por la candidatura del Partido Republicano a la Presidencia de Estados Unidos con una flecha hacia la controvertida frontera de más de tres mil kilómetros compartida por Estados Unidos y México. “Cuando México envía a su gente, no envía lo mejor… Están enviando gente con montones de problemas. Están trayendo drogas, están trayendo crimen, son violadores”, dijo el magnate del negocio inmobiliario, de cabello rubio peinado sobre la frente.
El discurso lo remató con una promesa. De ser elegido Presidente de los Estados Unidos, construiría un muro en la frontera sur en ese país y haría que México lo pagara. “Se están burlando de nosotros, de nuestra estupidez. Y ahora nos están venciendo económicamente. Ellos no son nuestros amigos, créanme”.
El empresario estadounidense Donald Trump propuso construir un muro entre los países pagado por México. Foto: EFE
Más allá de los ánimos electorales de Trump y si este discurso tuvo el afán sólo de provocar, especialistas, tanto en Estados Unidos como en México, coinciden en que las palabras del empresario entrañan las dos imágenes de México que hoy por hoy subsisten en Estados Unidos, contraponiéndose y opacándose, la una con la otra. Por un lado, hay una Nación con un Estado de Derecho débil ante los pedazos que le ha dejado una década de violencia desbocada y cuyo eje ha sido la corrupción. Y la otra es la de un país con gran potencial para el desarrollo económico después de promulgada la Reforma Energética que permite la inclusión de capitales extranjeros en la extracción de petróleo del subsuelo mexicano.
¿Cuál es el juego de sol y sombra? “Hay una percepción que hay un Estado de Derecho débil”, responde de inmediato Andrew Sele, vicepresidente de programas del Woodrow Wilson Center. Es verdad que la violencia ha dejado de ser noticia constante y ya no estamos en la época de 2011, pero tampoco está claro que la situación vaya a mejorar. La percepción sobre México es de corrupción e inseguridad. Y entonces, el México pujante se pone en juego, se opaca, se esconde”, expone.
Dentro de México, los números hablan sin mucho pudor. Recién elaborado por la Universidad de las Américas y el Consejo Ciudadano de Seguridad y Justicia de Puebla, México tiene 75.7 puntos de 100 en el castigo que le da a los actos corruptos cometidos en su entraña. Sobre este paisaje, los escándalos, como en cascada, no dejan de brotar en los tres niveles de gobierno.
Guadalupe Correa es profesora-investigadora y directora del Departamento de Gobierno de la Universidad de Texas en Brownsville. Mexicana con experiencia académica más allá de la frontera, no duda en su exposición: “(Los estadounidenses) nos ven como un país en el que la corrupción llegó a las esferas más altas. Donde la delincuencia organizada se ve directamente vinculada con las autoridades local, estatal y federal. Donde la Policía Municipal no actúa si no es de la mano del crimen organizado. Lo que cambió fue el discurso. Para el ex Presidente Calderón, la seguridad era el eje. Para el actual mandatario, simplemente ya no lo es”.
Ahora bien, ¿qué tanto conocen los estadounidenses a sus vecinos? México y Estados Unidos están más distantes que nunca en su historia. Lo reconoce Andrew Selee, el también consejero principal del Instituto México del Woodrow Wilson Center en Washington DC.
“México está muy lejos de Estados Unidos. Esa es la verdad. El ciudadano estadounidense tiene poca información del ciudadano mexicano. Hay una lejanía. Una distancia entablada por el desconocimiento. Al revés, es diferente. Los mexicanos saben más del estadounidense. Por ende, los estadounidenses se guían por imágenes. De pronto el público norteamericano opina que México es un país con potencial para el comercio y las inversiones; pero de pronto cree que se está cayendo a cachos por la violencia generada por grupos delictivos o la migración de los centroamericanos. Son imágenes ciertas, pero no hay capacidad de integrarlos en una sola historia”.
Conocido o no, México aparece al fondo de las puntuaciones de percepción de los estadounidenses. El estudio American’s views toward Mexico (Miradas de los estadounidenses sobre México), elaborado por el Chicago Council on Global Affairs y el Woodrow Wilson Center en 2013, en los días previos de la visita del Presidente Barak Obama a México, arrojó el punto más bajo para las opiniones favorables para un país desde Estados Unidos, desde 1994. La encuesta preguntó el sentir de la población respecto a diversas naciones en una escala de 0 a 100, donde 0 responde a un sentimiento desfavorable o muy frío, 50 a uno neutral y 100 a un sentimiento favorable y cálido. México recibió una puntuación de 43 en ese termómetro.
Guadalupe Correa coincide en que el estadounidense no está informado sobre los mexicanos y sus circunstancias. “En la agenda de Estados Unidos hay muchas prioridades. Ahora mismo Rusia y Medio Oriente. En lo que toca a México no es un país conocido en el detalle fino. Por eso se explica que uno de los hombres más ricos del país haga ese tipo de declaraciones, tan ignorantes y prejuiciosas. Al final, el prejuicio se basa en la ignorancia”.
HASTA LA VISTA, ENCHILADA
La reforma migratoria prometida por los ex presidentes George W. Bush y Vicente Fox Quesada para sacar de la sombra a 11 millones de indocumentados, es todavía uno de los pendientes en la agenda de ambos países. Foto: Cuartoscuro
En la última década, el intento por concretar una reforma migratoria que sacara de las sombras a más de 11 millones de mexicanos indocumentados que viven en Estados Unidos, fue el tema estelar en la agenda bilateral. El 16 de febrero de 2001, los entonces presidentes Vicente Fox Quesada, de México, y George W. Bush, de Estados Unidos anunciaron que buscarían y lograrían un acuerdo integral conveniente para todos los actores. “Debemos y podemos llegar a un acuerdo migratorio antes de fin de año, que nos permita antes de que terminen nuestros mandatos lograr que no haya para entonces mexicanos indocumentados en Estados Unidos, y que aquellos que ingresen a este gran país, lo hagan con papeles”, dijo Fox en una visita a Washington el 5 de septiembre de ese año. Era “la Enchilada Completa”. Así bautizada por el entonces canciller Jorge G. Castañeda Gutman.
Pero las intenciones cambian en un segundo. Las diplomáticas no suelen ser la excepción. Seis días después del encuentro Fox-Bush, las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York se derrumbaron ante un ataque terrorista, orquestado por Osama Bin Laden. Para México, la esperanza de un convenio migratorio se vino abajo como intempestivo dominó porque a partir de ese momento, Estados Unidos concentró sus fuerzas en una política antiterrorista.
Vicente Fox se opuso a la invasión estadounidense a Irak y en enero de 2003, Castañeda renunció a la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE). En octubre de 2003, Fox y Bush se reencontraron y decidieron retomar al agenda bilateral. Pero el discurso había cambiado. Luis Ernesto Derbez Bautista era el nuevo Secretario de Relaciones Exteriores y ya no había ninguna enchilada.
Después, la Presidencia de la República fue ganada por Felipe Calderón Hinojosa quien gobernó de 2006 a 2012. Durante su mandato ocurrió lo que para el Gobierno estadounidense fue una paradoja. Por un lado, se había entablado una cooperación sin precedentes en materia de Seguridad, pero por otro, ocurrió el escándalo desatado por la publicación de los cables de Wikileaks en los que el entonces embajador de Estados Unidos, Carlos Pascual, criticaba la batalla en contra del crimen organizado, declarada por Calderón. “Lento y con aversión al riesgo”, dijo Pascual del Ejército Mexicano. Calderón le respondió que ya no confiaba en él. Y hasta ahí quedaron las cosas.
Erubiel Tirado Cervantes, director del Diplomado de Seguridad de la Universidad Iberoamericana, sostiene que la violencia histórica vivida en la última década (que no cesa) puede atribuirse a los grupos criminales, pero también a la falla en la estrategia para combatirlos. Estima que el factor de la demanda de narcóticos ubicada en Estados se ha considerado poco en los debates entre ambos países. “Hoy, no se sabe lo que está ocurriendo”, apunta.
Al final, México es el que ha pagado los costos del trasiego ilegal de drogas. Tener ese fenómeno le cuesta más del 15 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) y su gasto para encararlo, le ha resultado mayor que el que ha destinado al rubro de la Educación, según un documento del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP).
Desde su despacho en la Universidad Iberoamericana, el profesor investigador Armando Azúa García, experto en Relaciones Internacionales, exclama: “El problema es que no se ha querido ver como un problema compartido. En cuestión de vecindad nos termina afectando. El crimen organizado ya no sólo son drogas. La violencia también está vinculada con el tráfico de armas de Estados Unidos hacia México. El gran problema del crimen es que no se ha visto de manera integral y sólo se ubica en uno de los lados, en México”.
Y lo reconoce Andrew Selee, el vicepresidente de programas del Woodrow Wilson Center. “Hubo un debate sobre responsabilidad compartida para que Estados Unidos tomara cartas en el asunto, pero ya se ha ido perdiendo. En un mundo perfecto tendríamos una cooperación entre tráfico de armas de EU a México. Pero no hay debate. Hay mucha cooperación a nivel interinstitucional sobre Hacienda y Tesoros de lavado de dinero. En Armas, mucho menos. Pero esto ya dejó de ser un tema político en la agenda bilateral. México no lo está reclamando tan fuertemente como antes y en Estados Unidos están bastante relajados”.
¿Cuál es entonces el motor de la relación bilateral? Andrew Selee, no identifica ninguno. “La relación es positiva. Fluye pero al mismo tiempo no tiene cordialidad. No se ve un tema que sea el motor de la relación. Creo que falta en ambos lados. Están distraídos en otros temas. El tema que han querido promover es el tema económico donde hay muchas cosas que hacer, pero sin una gran visión”.
EL PORTENTOSO SOCIO
Los gobiernos de Enrique Peña Nieto y Barack Obama han mostrado que la relación ya no es tan cercana como lo era en años anteriores. Foto: Cuartoscuro
El gobierno de Enrique Peña Nieto arrancó mientras las ventas al exterior de productos mexicanos se habían estancado. El Instituto Nacional de Estadística, e Informática (Inegi) informó que en enero de 2013 el déficit preliminar de la balanza comercial era de dos mil 879 millones de dólares, comparable con el de enero de 2012, de 274 millones de dólares.
Hasta ahora, el país mantiene desequilibrio con casi todos sus socios, pero un superávit con Estados Unidos, al que le envía el 85 por ciento de sus productos.
De manera paulatina, el Presidente Peña Nieto envió al Congreso de la Unión cinco paquetes de reformas estructurales en los ámbitos Educativo, de Telecomunicaciones, Fiscal, Financiero y Energético. La promulgación del andamiaje lo concluyó en julio de 2014.
De la serie de enmiendas, en Estados Unidos la que brilla es la Reforma Energética. Y aunque el entusiasmo por hacer negocios en México se mezcló con el amargo sabor de la caída mundial del precio del petróleo, México permanece como uno de los destinos prioritarios de los estadounidenses en el sector.
Pero en el caleidoscopio, México tiene una imagen ambivalente que a veces se carga a lo negativo, opina Armando Azúa, de la Universidad Iberoamericana. “A nivel de percepción, México es más violento. Y es difícil en extremo que ello no afecte la llegada de Inversión Extranjera Directa (IED). Se tiene que hacer un trabajo de manejo de la imagen. Se tiene que quitar la percepción ante los estadounidenses que el Estado mexicano ya no es el único interlocutor, que hay otros intermediarios que hay que tomar en cuenta. Se tiene que erradicar la idea de que hay otras fuerzas”.
Aquí, dentro, las cosas no son de otro modo. La economía mexicana continúa con su debilidad. El Banco de México (Banxico) recortó los pronósticos de crecimiento para 2015 de 2.95 por ciento de 2.8 por ciento, y para 2016 lo puso en 3.40. En este declive, el sector industrial –vinculado con Estados Unidos– ha mostrado importantes caídas. Y si ese es el paisaje económico, en los social, en México no ha cesado el duelo por la desaparición de 43 estudiantes normalistas de la Escuela Normal Rural Superior Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero.
Mientras eso ocurre, se ha iniciado otro clamor por la muerte de 42 jóvenes en Tanhuato, Michoacán, a quienes el Gobierno federal acusó de pertenecer al crimen organizado bajo la caparazón del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) … Y mientras se intentaba entender qué había pasado ahí, en Apatzingán, en el mismo estado, hubo siete muertos y cinco policías heridos la madrugada del 17 de junio. “De México, las imágenes siempre se están contraponiendo”, dice Andrew Selee. | Fuente: SinEmbargo