Hizo hincapié en que en México en una simple boleta electoral se gastan cantidades innecesarias dada las objeciones y desconfianza de los representantes de los partidos que obligan a colocar candados de seguridad que motivan a hacerlas en papel especial, colores, marca de agua y demás detalles que elevan el costo de la erogación por cada impresión.
Comparó que en el caso de España se cuida el voto, no las boletas. Allí –dijo- las boletas pueden ser impresas incluso por los partidos políticos o particulares y en el momento de la elección se instala una junta electoral que verifica que el ciudadano esté inscrito en el padrón y lo registra. Luego, se le da una boleta y un sobre y la persona coloca el sufragio en el sobre cerrado y lo deposita en una urna que ni siquiera es transparente. Si el sobre contiene más de un voto, se anula. El mismo ciudadano no puede votar dos veces pues ya fue plenamente identificado la primera vez que votó.
El investigador y especialista en materia electoral mostró a los asistentes la forma en que el exponente, cuando acudió como observador en la elección española, pudo obtener sin problema una boleta y un sobre de votación, sin que nadie le dijera nada –y mostró ambos al auditorio presente en el IEE--.
Sin embargo, de haber intentado sufragar, entonces sí se le hubiera impedido hacerlo e incluso hubiera tendido consecuencias mayores, de conformidad con las leyes electorales y penales españolas. Esto es, las boletas por sí solas son inofensivas, lo que cuenta es el voto, concluyó.