Son momentos llenos de emoción y gran felicidad, sentimientos que pudimos compartir el día de ayer con amigos, vecinos e invitados especiales al cocktel de reinauguración del restaurante MALE, un cálido lugar ubicado en la avenida más bonita de la ciudad de Cuernavaca, Río Mayo.

Recién se han cambiado de ubicación a tan solo unas cuadras, cuentan ahora con más espacio.

En cocina, el joven Chef morelense Jesús Sánchez Ramírez, siempre sonriente y heredero del buen sazón de su abuela paterna, quién inspiró el nombre del lugar, e influyó notablemente en su decisión de dedicarse a la cocina.

Jesús nos comenta que nació en la Ciudad de México, pero tenía solamente tres años de edad cuando su familia decidió mudarse a Cuernavaca, por ser en aquella época un lugar muy tranquilo para vivir. Estudio la licenciatura en Administración de Empresas, y complementaba sus estudios con clases optativas de cocina, además de aprovechar su vida de estudiante y relacionarse con los Chefs académicos de su universidad.

Una vez que concluyó sus estudios tuvo la oportunidad de viajar y empezar a trabajar en restaurantes en el extranjero.

Tuvo la oportunidad de aprender y vivir la gran experiencia trabajando en el crucero Eclipse de la naviera Celebriry Cruises y más adelante siguió su camino llegando a trabajar a Baja California Sur, donde se maravilló con la cocina del mar y la agricultura orgánica, una experiencia que definitivamente definió su cocina.

Hoy es el Chef Ejecutivo de MALE y  describe su cocina como un tributo a la cocina familiar a la cocina de herencias, un homenaje a la cocina mexicana.

En su cocina es prioridad el consumo de ingredientes locales y de excelente calidad. 

Dió inicio la gran celebración y la noche nos recibió con una serie de exquisitos cockteles, un mango tiki, un hot cocoa con mezcal y chocolate y el tamarindo con vodka, además de los tradicionales vinos. Eran cerca de las nueve y había casa llena, la música sutil del DJ nos acompañaba mientras disfrutábamos de la plática, es sin duda el compartir en torno a la mesa de los momentos que más se disfrutan.

Un gusto en verdad compartir con quiénes el universo decidió.

Poco a poco transcurría la noche y con la brisa de la lluvia empezaron a desfilar los bocadillos… así llegó la ensaladita César con su lechuga al grill y al poco rato llegaron unas tostaditas de atún que estaban para chuparse los dedos. En la mesa uno de los comensales pidió su tostada pero sin atún por qué no come mariscos y con la mejor disposición y actitud le han traído su tostadita solo con guacamole.

La sonrisa de agradecimiento y la felicidad que se siente cuando en el restaurante te consienten es indescriptible. Un poco más tarde llegaron unos taquitos de barbacoa. "Es de carne wagyu de un rancho de Durango" me ha dicho el chef cuando pregunté por el menú. En verdad tan exquisitos los taquitos que conquistaron mi corazón. 

Terminamos con la tradicional cochinita, un taquito picosito pero muy bueno. Nos recomendaron la salsa de cacahuate y piloncillo pero aunque sonaba tentador, decidimos comerlo así al natural, desapareció del plato y cuando nos ofrecieron otro… pues no pudimos decir que no... transcurría la noche y esperamos con paciencia el dulce final. 

Mientras tanto platicábamos de los demás platillos de la carta, y a lo lejos veíamos al chef visitar de una en una las mesas de los invitados.

Ya era la media noche cuando llegaron a la mesa unos buñuelos bañados ligeramente en un jarabe que pude ver ligeramente amarillo, tal vez era rompope… no lo sé… ni tiempo me dio de preguntar… el recuerdo de los buñuelos de la navidad y de esa cocina familiar llegaron a la mente a la primer mordida, lo disfrutamos con singular alegría, en verdad delicioso. Una maravillosa experiencia muchas gracias, chef Jesús y mucho éxito en esta nueva etapa.